miércoles, 27 de junio de 2012

¡¡A LA CHINGADA!!


COLUMNA
CHICOTAZOS



¿UN CANDIDATO O TODOS LOS MEXICANOS?


FREDDY SECUNDINO S.

Hace unas semanas, cuando el PRI y sus medios de información afines aceleraron su intolerante pretensión de obligarnos a entender que su candidato (Enrique Peña Nieto) era invencible porque así lo decían sus encuestas, hicieron que Andrés Manuel López Obrador se burlara de ellos declarando (en respuesta a pregunta expresa) que si pierde las elecciones se irá “a La Chingada”.
         Con ese muy suyo y (para sus enemigos) odioso humor negro que se le da cuando de hacer quedar mal a sus críticos se trata, socarronamente aclaró que se refería a una finca que tiene (heredada, dijo) en Tabasco.
         De inmediato, ofendido en su tricolor y genético orgullo, unos se pusieron a gritar (cual chachalaca guanajuatense con botas) a los cuatro vientos que había que investigar el origen de la propiedad (casi casi pedían que Barack Obama enviara sus porta-aviones a las costas olmecas a vigilar cualquier intento de fuga con todo y finca al hombro).
         Otros, quizá con menos neuronas vivas, dijeron que la expresión del odiado tabasqueño era otra muestra del autoritarismo, intolerancia y hasta el ultra-archi-recontra-súper-inigualable y asqueroso (¡¡fúchila, fúchila, guácatela de perro!!) “hugochavismo” de AMLO.
         A todos se les cayó encima su propio teatro y no les quedó otra más que buscar nuevas formas (o palabras) de sacar su odio desmedido y personal contra el amoroso tabasqueño, quien se dio el lujo de reírse de ellos repitiendo en sus mítines que sí, que sí se iría a “La Chingada” (así, con mayúsculas iniciales), en caso de que el voto no lo favoreciera.
         La ocurrencia fue jalando simpatías en los mítines y en las redes sociales (no en las encuestas de sus enemigos, por supuesto), hasta destaparse en el histórico coro “¡¡Pre-si-dente… Pre-si-dente!!”, con el que fue recibido y despedido de la Universidad Iberoamericana y el Tecnológico de Monterrey, preludio monstruoso para el históricamente vergonzoso “pastelazo facial” a Enrique Peña Nieto, por parte de los estudiantes que días después engendrarían el aún más histórico #YoSoy132 y su comunismo cibernético.
         Más allá de su “República amorosa” y lo que ello (dice) significaría como gobierno, AMLO se dio gusto en burlarse de sus enemigos haciéndose ver como el intolerante, terco, mesiánico, hugochavista y demás linduras que le cuelgan cual general heroico en mil batallas o, para complacer a sus rabiosos contrarios, como limones a perro apestoso y pulguiento.
         Estos “críticos” políticos no han logrado hallar más epítetos descalificadores contra AMLO y, cual dioses con la verdad absoluta y única, afirman tajantemente que el tabasqueño arruinará al país, si llegara a la Presidencia, como si México necesitara de él y sólo de él para estar peor de lo que está.
         Más aún, para ellos Peña Nieto bien puede ser un ignorante o más inculto que Vicente Fox (que ya es demasiado decir), pero no podría ser más mal Presidente que AMLO, así tenga al viejo PRI detrás de él.
         En fin, sin argumentos y sí con los mismos adjetivos o frases fáciles y creadas y promovidas por los sesudos “analistas” y lectores de noticias en la televisión (y algunos de radio y prensa escrita), sus copiadores en las redes sociales ven en AMLO al monstruo que para ellos es el venezolano Hugo Chávez y (si no todos, la mayoría sí) ponen su grito en el cielo afirmando que el tabasqueño le quitará todo a todos.
         O sea, algo así como un comunismo atroz y despiadado que no sólo no respetará ninguna ley, sino que impondrá la suya, “como lo hizo en el DF” (dicen algunos), pero no dan ningún ejemplo de tan severo y abominable stalinismo olmeca.
         Dan por hecho que incluirá a lo más nefasto del PRD (Bejarano, en primer lugar), a pesar de que AMLO prácticamente se ha desmarcado de la mafia (por citar su palabra favorita) que en los últimos años ha secuestrado al PRD, y que desde hace varias semanas dio a conocer su eventual gabinete.
         Es cierto (y esto nadie lo puede contradecir con argumentos sólidos, informados y sensatos) que AMLO, como todo ser humano, no es monedita de oro, ni una perita en dulce, ni nada por el estilo. Pero de los cuatro personajes que aspiran a la Presidencia no es el único egoísta, intolerante, mesiánico, terco, autoritario y demás linduras que (según sus enemigos) sólo él tiene.
         Afirmar eso es no sólo una incongruente simpleza, sino una estupidez. Tanto o más que decir que Peña Nieto llamaría a su gabinete a sólo lo más retrógrada del PRI, o que AMLO es quien orquestó y manipula al #YoSoy132. ¿Entonces porqué, en este último caso, muchos de sus enemigos simpatizan y apoyan a los chavos del movimiento estudiantil?
         En el 2000, Fox era, ¡a leguas! (al menos para mí), el peor candidato y la mayoría se fue con la finta, aunque muy pronto se arrepintieron. Y en el 2006 se volvieron a ir con la finta y votaron por el terco, egoísta, demagogo, retórico, autoritario e intolerante cuyo fanatismo militar ha ocasionado el “guinnessco” derramamiento de sangre en el país, debido a su arrebatada guerra anti-narco.
         Además, claro, de mentirle (el tal susodicho de las manos supuestamente limpias) vilmente a sus ingenuos y/o desesperados electores con su promesa de “Presidente del empleo”, dejando a México en la peor tasa de desempleo de los últimos tiempos… Y aún así, hay quienes apuestan que hubiese sido peor con AMLO.
         ¿Qué decir ante tanta terquedad y cerrazón?
         Hace unos meses, AMLO estaba en todo su derecho ciudadano de aspirar a la candidatura del PRD y aceptó contender con Marcelo Ebrard para obtenerla. Militantes y simpatizantes lo eligieron a él, en un proceso parejo para ambos y abierto ante la opinión pública, pero sus enemigos dicen que AMLO se impuso porque es un autoritario, totalitarista, hambriento de poder, mesiánico, hugochavista, terco, personalista y vayan ellos a saber qué más fechorías más cochinas que una guacareada de la peor cruda con cerveza y pulque combinados.
         Le endilgan todos los males habidos y por haber en el DF, sin tomar en cuenta que gracias a su actuar como jefe de Gobierno, Ebrard y el PRD arrasaron en 2006. ¿O cómo se explica que ese partido tenga tanta aceptación en la capital del país? ¿Acaso parte del “mesianismo” y demás “ismos” de AMLO fue darnos toloache o algo parecido a la mayoría de los electores del DF y no nos dimos cuenta?
         Los epítetos y supuestos argumentos descalificadores contra AMLO no sólo son los mismos que los panistas emplearon en el 2006, sino los que ahora tanto la televisión privada, como los otros medios periodísticos afines al PRI sostienen como única arma política para restarle votos.
         Esa campaña será la que mande a AMLO a “La Chingada”, o la misma que provoque que el 1 de julio la mayoría de los votantes envíe a sus enemigos a la chingada (así, con minúsculas, adonde los mexicanos, muy a lo nuestro, mandamos algo o a alguien que no queremos junto a nosotros).
         Lo digo (te lo firmo y te lo cumplo, tú me conoces), claro (no vaya a ser que yo también me lo gane sin méritos suficientes para competir en su terreno, según yo), con el debido respeto para los más sensibles y menos tolerantes.
         Nos guste o no, si AMLO pierde, sólo él y su familia se irán a “La Chingada”… Y sus electores a la otra, sin mayúsculas (no creo que alguno(a) tenga una propiedad que se llame igual… ¿O sí?
         Y si Peña Nieto resultase oficialmente el ganador, y eventualmente saliese igual o peor que el peor Presidente priista, entonces la mayoría de los mexicanos sentiríamos (inclusive, muchos de sus votantes) no que vamos hacia, sino que nos llevan del cuello… y no precisamente a la finca de AMLO.
         Los pésimos gobiernos federales que últimamente hemos sufrido (priistas y panistas) nos obligan a todos a exigir candidatos y propuestas de gobierno ejemplares e incuestionables. Esto, como único recurso de reclamo, es producto no sólo del hartazgo de las mismas políticas, sino (y esto es lo más lamentable) del analfabetismo político que agobia al país.
         Decirlo así, ofende, y quienes nos atrevemos a decirlo y firmarlo nos exponemos a toda clase de adjetivos y ofensas. Pero no es más que la verdad: un pueblo sin educación y sin cultura no puede tener un gobernante ejemplar porque la política es espejo de su propio pueblo. Si somos estrictos y sensatos, basta ver la clase de gobernantes que hemos tenido.
         Nadie en su sano juicio puede decir con certeza incuestionable que quienes esta vez apuestan por la Presidencia no tienen propuestas aceptables. Todos las tienen (bueno, hasta Quadri por sí mismo). Quizá ninguno convence con ellas en su conjunto y todos tendrían algunas realmente plausibles y hasta sorprendentes, pero nadie podría darle gusto a todos, ni siquiera con sus ocurrencias (de ser esto, Quadri y Josefina serían los punteros en cualquier encuesta, comprada o independiente… Un mes sin “cuchi cuchi” a quien me contradiga).
         Quien alegue que ninguno de los cuatro es convincente sólo porque ninguna de sus propuestas es “realista” o (peor aún) “es válida” o “interesante”, una de dos: o es un(a) analfabeto político o desconoce la política en México (que, para fines prácticos, es lo mismo).
         No voy a extenderme más aquí seleccionando las propuestas de uno u otro aspirante a la Presidencia porque a estas alturas me parece un abuso del espacio y del tiempo de quien esto lee. Cada quien, si aún tiene dudas y quiere aclararlas, que las consulte en la página web de cada candidato y decida en consecuencia y sólo y estrictamente por su propia conciencia.
         Si apoyan y/o simpatizan con el #YoSoy 132 y la principal demanda del movimiento es emitir un voto informado, entonces que se informen no sólo por la televisión (es curioso decir esto porque muchos de quienes les exigen a los candidatos “buenas” propuestas, sólo se informan en los noticiarios de la TV, tan denostados por ellos mismos en las manifestaciones de los estudiantes).
         Como alguna vez diría el escritor Bertolt Bercht:
         “El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.
         ¡¡Uf!!... ¡Qué verdad más dura y cercana a México!... ¿O no?
         En lo personal, si bien doy por hecho que Peña Nieto es un inculto e ignorante (más allá de no recordar ni siquiera el título de los tres libros que lo hayan marcado, el grueso de los mexicanos no lee esa cantidad ¡en su vida!, entre ellos muchos de quienes lo critican por esa burrada), soy de la idea de que un político no puede ser un excelente gobernante sólo porque es muy culto y sabe improvisar y articular muy bien un discurso. Eso no es un cheque en blanco para tener y ejercer las mayores y mejores ideas de gobierno, ni para escoger al mejor equipo de trabajo.
         Sí creo que se ha hecho de tantos compromisos con los poderes fácticos (lo que AMLO llama “la mafia”), que no podría desafanarse y, por el contrario, tendría que cumplirles lo prometido (firmado o no ante Notario Público), lo cual, de entrada, traería más beneficios a esos grupos de poder que a la mayoría de los mexicanos y, sobre todo, a quienes más lo necesitan. O sea, de acuerdo con cifras del INEGI, alrededor de la mitad de la población.
         Peña Nieto podrá haber enviado a la policía a reprimir en Atenco en el 2006, pero no creo que él por sí mismo (al menos, le concedo el beneficio de la duda), hiciera lo mismo con quienes eventualmente pretendan hacerle la vida imposible a su gobierno. Su lógica y la de su partido es recuperar el poder y mantenerlo cuantos sexenios sea posible (yo supongo que, al menos, dos, dada la situación actual). Y con el autoritarismo con el que se identifica al viejo PRI no podría continuar gobernando más allá del 2018.
         Tampoco creo que incluiría en su gabinete a los vomitivos políticos que han gobernado algunos estados del país (Mario Marín, Ulises Ruiz, Fidel Herrera, Tomás Yarrington, Humberto Moreira, Arturo Montiel, Rubén Figueroa, Eduardo Bours, etc. etc.).
         De lo que no podría deslindarse ni quitarse de encima, son los grupos de poder al interior de su partido que han sostenido a esa clase de políticos y de un modo u otro le harían armar un equipo con entes similares. Y si lo vemos así, lo de menos son los nombres de quienes estén en la lista de su gabinete. Aparte, y quizá esto sería lo más peligroso y dañino, de los grupúsculos de golpeadores organizados y patrocinados por políticos menores del priismo, ése sí, más retrógrada y autoritario que ni siquiera conocemos (como los que han amenazado y golpeado a integrantes del #YoSoy132).
         Si Peña Nieto es “impuesto” en la Presidencia (con el “compló” de Calderón, panistas, priistas y poderes fácticos, y con la complacencia o temor del IFE y el Tribunal Electoral), un temor que agobia a millones de mexicanos que no lo quieren como jefe del Ejecutivo federal para el próximo sexenio, de nada serviría acudir a las urnas en próximas elecciones y, más lamentable aún, querría decir que la amlista “mafia” es real y está dispuesta a someternos a como dé lugar y con quien se le antoje como títere.
         Yo querría apostar a que, como lo han sostenido ex consejeros electorales que supuestamente conocen muy bien del tema y meten las manos al fuego por sus declaraciones, ese miedo a una imposición inescrupulosa es sólo producto del imaginario colectivo y rescoldo del juego electoral sucio al que nos quiere acostumbrar la clase política que se pelea, cual hienas hambrientas, el poder en el país.
         Me hago a la idea de que, no obstante los sinsabores (léase problemas) que seguramente habrá durante la jornada electoral (impedimento de instalación de casillas, acarreo de votantes, coacción o compra del voto, robo de urnas, amenazas a electores, pleitos y hasta víctimas mortales), al final de cuentas los votos que se cuenten serán bien contados y cada uno corresponderá a un elector con identidad, vivo y consciente de haber acudido a votar por su favorito(a).
         También espero que no sólo haya menos abstencionistas, sino que quienes han decidido o decidan de última hora anular su voto, sean los menos y que no inclinen la balanza hacia el candidato que menos merece sentarse en la silla del águila a partir del 1 de diciembre próximo, independientemente de cuán loables o inservibles sean las propuestas que presentó durante la campaña.
         Si las cosas no fluyen con normalidad y apegadas a la ley, entonces no necesitaremos una finca con el nombre de la de AMLO para irnos adonde sus enemigos quieren enviarlo en realidad, y todo México irá a dar a ese imaginario sitio, hayan votado o no por el terco tabasqueño o por el ignorante mexiquense.
         Yo no quiero ir a ninguno de esos dos lugares. Quiero dormir tranquilo (o al menos como hasta ahora) en mi casa la noche del 1 de julio y todas las posteriores, gane quien gane la Presidencia. Y es lo que deseo para el país. Que así sea, por el bien de todos. Y a festejar o lamentarse, según sea el veredicto final de la elección (se dé por seguro o no la noche del 1 de julio, el miércoles 4, o días o meses después).






jueves, 21 de junio de 2012

LOS "SUEÑOS GUAJIROS" DEL #YOSOY132


COLUMNA
CHICOTAZOS



¿QUÉ LE ESPERA AL MOVIMIENTO?


FREDDY SECUNDINO S.

A unos días de las elecciones presidenciales más polémicas de los últimos tiempos en México, al movimiento estudiantil #YoSoy132 ya se le pueden reconocer algunos logros y eventuales fracasos anticipados.
         De entrada, la primera palomita es por la sacudida que su irrupción le dio a las campañas electorales. Y enseguida, la transmisión del segundo debate entre candidatos no sólo por los dos principales canales de televisión (2 y 13), sino por más emisoras de radio que las que participaron en el primero, algunas con interés realmente democrático y otras por hambre de rating o, lo que es lo mismo, por colgarse de la coyuntura.
         Es una lástima y, sobre todo, una vergüenza, que algunos “analistas” políticos en prensa escrita, radio y televisión no sólo aún minimicen el poder de organización y convocatoria de los chavos del movimiento, sino que menosprecien la capacidad de asombro y reacción de millones de mexicanos que de un modo u otro se han sumado al coro de exigencias de los estudiantes.
         Reprobable es también el cínico desprecio con que respondieron televisoras y radiodifusoras (incluídos los canales 11 y del Congreso) al debate entre tres candidatos que organizó el movimiento y que se realizó en las instalaciones de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal el miércoles 20 de junio.
         Todos estos enemigos (han dicho y hecho lo suficiente como para no considerarlos adversarios) de los estudiantes organizados, han tratado de muchas maneras de destruir o denostar al multitudinario grupo. Su “arma” más usada y dizque “destructora” ha sido la insolente insistencia de que lo manipula Andrés Manuel López Obrador y los partidos que lo postulan.
         Pero la fortaleza y enjundia de los chavos ha resistido con gallardía y, con eso de que lo que no aniquila fortalece, la mayoría de la sociedad mexicana les concede mayor credibilidad y apoyo.
         Sus enemigos no pueden creer que tantos y tan hiperactivos e ingeniosos chavales logren organizarse en un abrir y cerrar de ojos y lleguen a acuerdos en una especie de comunismo cibernético y remasterizado. Más aún, que cada día llamen más la atención y consigan adeptos por montones a sus causas como ya los quisiera cualquier partido político.
         Por supuesto, es al menos sorprendente que tanta efervescencia juvenil sin líderes aparentes venza las trampas naturales de la heterogeneidad y se compacte al poner sobre la mesa de las discusiones las propuestas, logren acuerdos y voten por consenso las decisiones que finalmente hemos ido conociendo tras cada asamblea que organizan.
         Tal vez (uno podría aventurarse a afirmarlo) dentro de un tiempo quienes ahora aparecen como “voceros” terminen siendo elegidos como líderes regionales o nacionales del #YoSoy132. Y quizás algunos de ellos (esto también podría vislumbrarse como un hecho en ciertos casos) acaben cooptados por los partidos políticos, inclusive el PRI (terminarán como burócratas o legisladores). Pero ese es el riesgo y la naturaleza de todo movimiento político naciente en cualquier país.
         Por ahora, nadie en su sano juicio y sensatez política puede negarles o reprocharles la capacidad de civilidad que han demostrado en todas las manifestaciones masivas callejeras. Todos sus enemigos mediáticos apostaban (muchos aún lo hacen) al desbordamiento de las pasiones y adelantaron (adelantan) conatos de violencia en las movilizaciones. Y cierran el pico cada vez que se comprueba con videos y fotos que la violencia ha venido de grupos porriles controlados por el PRI, evidencias que circulan en las redes sociales.
         La “democratización de los medios de información”, juicio político a Felipe Calderón (por las decenas de miles de muertos en su guerra antinarco), a Enrique Peña Nieto (por la sangrienta represión en Atenco, Estado de México, en 2006) y a Elba Esther Gordillo (por corrupción y por dañar la educación en el país), son las principales demandas del #YoSoy132, sin demeritar otras que para muchos mexicanos podrían ser igual o más importantes que éstas.

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Si bien los jóvenes han insistido en que su lucha continuará mucho más allá del 1 de julio (día de las elecciones), es claro que la realización de ésos sus sueños dependerá de quién gane la Presidencia de la República.
         Si AMLO fuera el próximo jefe del Ejecutivo federal, habría mayores probabilidades de que se cumplieran esas demandas, pero debemos entender que ninguna de ellas podría realizarse sólo por decreto o capricho del Presidente. Por lógica, en todas tendría que intervenir el Congreso de la Unión, y para eso el inquilino de Los Pinos tendría que emplearse a fondo en el diálogo, la negociación política, los acuerdos y el consenso.
         Y si hemos de aceptar que la principal bandera de AMLO es una democratización del país más real y visible, debemos esperar que haría todo lo posible no por quedar bien con el #YoSoy132 y endiosarlo como la panacea mexicana, sino por encarrilar a México por el camino de un verdadero desarrollo en todos los ámbitos de la vida nacional.
         Pero si el ganador fuera Peña Nieto, al menos este servidor que firma esta opinión aquí podría apostar que ninguno de los sueños del movimiento se realizaría. ¿Por qué? Pues porque el priista ha dado muestras muy claras no sólo de que no está de acuerdo con lo que exigen, sino que ya ha aplicado groseramente la política salinista del “ni los veo ni los oigo”.
         El más claro ejemplo de esto es su negativa a asistir al debate organizado por los estudiantes y tratar de justificarse con la cantaleta de que no son imparciales y no están con su proyecto de gobierno. Y si a esto le agregamos a los grupos porriles golpeadores anti-#YoSoy132 y a los medios de información adversos, no es difícil concluir cuál sería la actitud del mexiquense al sentarse en la silla del águila.
         Pero un eventual escenario de tales características no sólo es posible por el solo Peña Nieto y sus convicciones personales y de grupo, sino porque esos medios que ahora lo defienden y empujan, querrán cobrarse toda la mala imagen que les ha embarrado el movimiento en tan pocos días. Es decir, le echarían montón a Peña Nieto en cuanto éste intentara, aun del modo más “sutil”, cumplir la tan complicada “democratización de los medios”.
         Es lógico que el apoyo que ahora le están brindando al priista, así les esté pagando millones y millones de pesos, se lo cobrarán durante su sexenio (de entrada, habría planas y planas de publicidad oficial en periódicos y revistas, y horas y horas de tiempo-aire en radio y televisión). Y así sea el Presidente de la República, no podrá contra todos ellos.
         ¿Y qué haría el Congreso ante un escenario tan quebradizo como éste? Pues ooootra vez acabarían aliándose PRI y PAN para impedir cualquier reforma legal que conlleve el cumplimiento de alguna de las demandas que ahora enarbola el #YoSoy132. Y si acaso cedieran en algo por la presión social que pudiera darse, sería (como, por ejemplo, la reforma electoral) a pedazos, por no decir migajas.
         Peña Nieto podría tener quizá cierta intención democrática para sacar adelante al país, más que a su gobierno, pero ni su partido, ni los grupos fácticos de poder, ni su propia conciencia le permitirían hacer lo que ahora promete en el discurso. Por más lógico que parezca cualquier acto de gobierno, en aras de la razón, del derecho y del bienestar nacional, en el fondo podrá más el autoritarismo que ya ha demostrado Peña en algunos de sus discursos (uno de ellos, el detonante del #YoSoy132 en la Universidad Iberoamericana, al justificar la represión en Atenco).
         En lo personal y como representante de un grupo de poder, intentará que el PRI mantenga la Presidencia, al menos, un sexenio más. Ésa sería su principal apuesta al asumir el Ejecutivo. Y con singular alegría y empeño lo apoyarían los medios de información ahora cuestionados con razón por el #YoSoy132.
         Sin embargo, los estudiantes (muchos de ellos dejarán de serlo mientras esté sentado en la silla del águila quien gane el 1 de julio) no están solos. Pero dependerá de ellos, y de nadie más (si es que siguen en la loable política de ser apartidistas), no sólo conservar el apoyo multitudinario que hasta ahora han logrado en la sociedad, sino hacerlo crecer para presionar al Presidente que asuma el 1 de diciembre próximo, al Congreso de la Unión y a los poderes fácticos, sobre todo a los medios de información hoy afines al candidato priista.
         Este arduo camino, no exento de sorpresas muy complicadas, será más sinuoso (insisto) si Peña fuese el ganador el domingo 1 de julio. A eso tendrá que atenerse el #YoSoy132, si el escenario político nacional fuera ése.
         ¿Se quedarán en sueños guajiros sus exigencias o los chavos y la mayoría de los mexicanos harán todo lo posible por doblegar toda pretensión nefasta de impedir lo que parece ser una utopía?
         Si AMLO tiene razón en que él ganará, es probable que dentro de seis años México sea otro país, más democrático y equitativo. Pero si las encuestadoras que por default dan por ganador a Peña, confirman su ahora “verdad”, el #YoSoy132 quedará para la historia como el sorpresivo y fresco brote florido que provocó una lluvia en la primavera del 2012.
         Ojalá que, por el bien del país, y gane quien gane, esta cruel hipótesis y aparentemente desalentadora predicción periodística ocupe ese oscuro sitio, y que ese plural sueño juvenil mexicano quede sólo como una amarga pesadilla personal.






martes, 12 de junio de 2012

CALDERÓN VOTARÁ POR PEÑA


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CHICOTAZOS



CALDERÓN VOTARÁ POR PEÑA


FREDDY SECUNDINO S.

El día que Felipe Calderón tomó posesión como Presidente de la República (entrando y saliendo por la puerta de atrás del Congreso de la Unión), escribí en el periódico La Razón (el cual tuve el honor de co-dirigir en sus primeros cuatro años) que él y su gobierno no dejarían llegar a la Presidencia a Andrés Manuel López Obrador, en caso de que el tabasqueño buscara la candidatura de su partido en 2012.
         Semanas y meses después, en ese mismo diario, advertí de que el verdadero peligro para México serían Calderón y sus aliados (su partido, el PAN, empresarios afines, Iglesia Católica y medios de información paleros).
         También señalé que Calderón –contrario a lo que pregonó en una frase a vuela pluma-, rebasaría a AMLO y al PRD por el acotamiento (o sea, por la derecha y fuera de la ley) y no como dijo, por la izquierda.
         Y, para no aburrir aquí con más ejemplos de mis múltiples predicciones periodísticas sobre su (des)gobierno, en uno de mis artículos (23 de abril de 2008) critiqué lo dicho por Calderón durante una reunión con el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y el primer ministro de Canadá, Stephen Harper, respecto a una reciente “toma” de tribuna en la Cámara de Diputados por parte del PRD. Dijo, entre otras sandeces, que un grupo “menor” de legisladores había hecho el ridículo.
         Escribí entonces:
         “Calderón se deja ver como el representante no de todos los mexicanos, sino de un grupúsculo de ultras que a como dé lugar pretenden perpetuarse en el poder no con el ‘imperio de la ley’, sino con la ley del imperio; no con el estado de Derecho, sino con su derecho al Estado; no con la razón de la política, sino con la política de su razón.
         “¿Qué es más ridículo? ¿La ignorancia ajena o la incapacidad propia para educar a los demás? ¿Afirmar que hay “absoluta” tranquilidad o intranquilizar con la inconformidad social? ¿Privilegiar a unos cuantos o que “unos cuantos” protesten contra esos privilegios? ¿Gastar millones de pesos vistiendo “decentemente” a personas pobres para “vender” con ellos programas de gobierno o exigir que los programas de gobierno cumplan con millones de pobres que tienen derecho a vivir con decencia? ¿Satanizar una supuesta “cerrazón al diálogo” o tratar de cerrar el diálogo con supuestos? ¿Hablar de “totalitarismo desfasado” contra la democracia o exigir democracia contra una nueva fase del totalitarismo? ¿Valerse de la guerra sucia para “mantener” la paz o reclamar paz protestando contra la guerra sucia?
         “Desde el Gobierno federal se cree y se pretende imponer como razón social (cual vil copia de las mentiras de Bush para invadir Afganistán e Irak) que toda movilización multitudinaria (AMLO es, como Bin Laden y Hussein, sólo el pretexto) es un veneno contra la supuesta democracia nacional, y nunca se aceptará (otra vez el menosprecio a la inteligencia colectiva) que es un signo de vida de la misma, un símbolo de libertad.
         “Un país en el que nadie protesta contra nada está gobernado por un represor. Ése es el México utópico del PAN.
         “Se pide dialogar exigiéndole al interlocutor que primero escuche y luego se le deja hablando solo. AMLO y sus seguidores podrán ser retóricos, vociferantes, exagerados, con verdades a medias y se victimizan antes de ser golpeados…, ¿pero qué diferencia hay con la élite en el poder y sus paleros, demagogos, impostores, hipócritas, incultos, soberbios, mentirosos y encubridores de corruptos?”.
         Eso lo dije en abril de 2008. Y ahora lo retomo por la intromisión de Calderón en las campañas electorales, desde la noche del segundo debate entre los candidatos presidenciales, y mi presunción de que con ello no sólo viola la ley electoral sin importarle un cacahuate (tal como lo hizo el rey del Prozac, Vicente Fox, en su momento), sino tomando partido aun sin mencionar con su nombre a su favorito. Cualquier mexicano con un mínimo de información sobre lo sucedido hasta ahora en la lucha por la Presidencia de la República estará de acuerdo conmigo en lo siguiente.
         En el segundo debate, AMLO insistió en lo que dijo en el primero, acerca de su propuesta de ahorro y austeridad, con el propósito de sanear las finanzas públicas, combatir la imperante corrupción y tratar de sacar a millones de mexicanos de la lacerante pobreza en que los han dejado, sobre todo (por sus promesas incumplidas) los dos gobiernos panistas.
         AMLO subrayó que con su política de austeridad se ahorrarían 300 mil millones de pesos. Y se le fueron encima, sobre todo, Josefina Vázquez Mota y el títere engañabobos de Gabriel Quadri. Aquélla, sintiéndose y dejándose ver como la “Madre de la Patria”, lo hizo más por desesperación y creyendo que al contradecir y golpear a lo tonto a diestra y siniestra ganaría la Presidencia. Y el otro (el títere), bueno, sólo por dar lástima sin darse cuenta.
         Al terminar el debate, Calderón escribió en su cuenta de Twitter: “Si el gobierno despidiera a todos los altos funcionarios, de director a Presidente, ahorraría 2000 mdp, no 300 000 mdp. Sueldo: 1 000 m”.
         Palabras más, palabras menos, el 31 de mayo de 2006, el entonces candidato presidencial Felipe Calderón descalificó lo que el tabasqueño prometía al respecto: lo mismo que en el primero y segundo debates de ahora. Cual jauría de hienas, panistas y priistas se le fueron encima y lo menos que le dijeron fue “populista”.
         Curiosamente, en su discurso en el Auditorio Nacional, luego de tomar posesión, Calderón anunció un decreto para bajarse el salario (y con el que ordenaba que los funcionarios de alto nivel hicieran lo propio), pero sólo 10 por ciento, algo de lo que jamás volvió a decir nada porque, sencillamente, no ayudó en nada en su pretendida contrapolítica de austeridad.
         Ahora, por órdenes suyas, del secretario de Hacienda para abajo, no falta el panista (funcionario o no) que descalifica y se esfuerza por hacerle al matemático Nobel para convencer al electorado de que AMLO es, al menos, un mentiroso (al día siguiente, lunes 11 de junio, Calderón volvió a las andadas al decir que no se puede gobernar sólo con buena fe y uno, que es muy mal pensado, ¿verdad?, concluye que por eso nos está dejando el país que nos deja).
         ¿Por qué irse ahora contra AMLO, por algo que dijo desde el primer debate? ¿Por qué atacarlo sólo a él?
         La respuesta se puede decir muy rápido: al quedarle claro que la insulsa de la candidata de su partido (quien, por añadidura, nunca fue “su” candidata) no levantará ni con la ayuda del espíritu santo, Calderón hará todo lo que se le ocurra –su (des)gobierno no ha sido más que de ocurrencias- para tratar de impedir que AMLO gane el 1 de julio. No hay nada que le quite más el sueño que eso.
         Calderón sabe muy bien, o al menos lo supone porque está lleno de miedos, que si el tabasqueño llega a la Presidencia, la presión social lo obligará a tomar medidas que eventualmente alcanzarían al guerroso panista.
         Y aunque hace algunos meses no se cansó de decir públicamente, en México y en el extranjero, que si el PRI regresa a Los Pinos el país se convertiría en un “narco Estado”, ahora, con tal de no ser sentado en el banquillo, prefiere que Peña lo sustituya, en lugar de AMLO, sin importarle tragarse sus huecas palabras y México sea, a partir del 1 de diciembre próximo, en ejemplo de “narco Estado”. Supone que Peña lo dejaría en paz y seguramente tiene razón.
         Por eso retomó abierta y descaradamente (insisto, violando la ley electoral por inmiscuirse en las campañas) la guerra sucia contra AMLO. ¿Pero por qué ahora y no luego del primer debate? Pues porque ya vio que la gente no le cree a las encuestas de los medios de información denostados públicamente a raíz del estallido del movimiento estudiantil agrupado en el #YoSoy132.
         A Calderón y a Vázquez Mota no les interesan los 52 millones de pobres que el primero nos está dejando como herencia (es una gran mentira lo que Josefina dijo en el segundo debate: que ella, cuando fue secretaria de Desarrollo Socal, disminuyó, cual maga Chen Kai remasterizada, en nueve millones el número de pobres, ignorando las cifras del INEGI y el Coneval).
         De entre los 52 millones de mexicanos en condiciones de pobreza, hay que sacar la triste e indignante cifra de más de tres millones de niños que –de acuerdo con un estudio reciente de la Facultad de Economía de la UNAM– en los dos últimos sexenios (los del PAN) se han visto obligados a trabajar, lo que equivale a que subió, en ese tiempo, en 12 por ciento el número de menores en ese nivel de vida.
         Hay que agregar los poco menos de ocho millones de “ninis” (jóvenes que no estudian ni trabajan) que en los dos últimos sexenios se agregaron a la desgracia del país (sobre todo en el del presidente “del empleo”, Calderón) y muchos de ellos han sido y serán presa fácil de la delincuencia organizada.
         Lo menos que debieran hacer Calderón y Vázquez Mota es pedir perdón a los mexicanos, en lugar de descalificar a lo tonto. Ambos viven en un mundo que pocos les creen y suponen (ofendiendo con descaro la inteligencia colectiva) que el pueblo entero les da la razón. A sus dichos, todos los medios de información a su favor (con sus “analistas” incluídos, por supuesto) les están dando eco como si fuera la verdad absoluta. Y sólo contra AMLO.
         ¿Por qué perder el tiempo así, si sus encuestólogos sostienen que el perredista está en tercer lugar o, a lo mucho, en segundo pero muy lejos de Peña?
         De ser así, pues entonces son poco menos que estúpidos al criticar al tabasqueño. ¿Para qué ponerle atención a un perdedor? ¿Puede haber algo más burdo e irrisorio que atender a alguien que no merece la pena? Tal parece que el causalástima de Quadri ya los contagió.
         Así las cosas, se puede dar por hecho que Calderón no votará por Vázquez Mota, sino por Peña Nieto. Si su voto fuera por ella, en su cuenta de Twitter y en sus verborreas posteriores diría algo que (aun sin mencionarla por su nombre) apoyara a su correligionaria, quien ahora navega por el país como sintiéndose la mujer que porta la bandera en los antiguos libros de texto gratuitos. O sea, como la Madre de la Patria de los nuevos tiempos mexicanos.
         Calderón debe, al menos, intuir que Josefina no ganará las elecciones, pero implora a todos sus dioses (seguramente le reza a varios, con tal de que lo ayuden) que tampoco AMLO se imponga el 1 de julio. Y con dichos y acciones hará todo lo que esté a su alcance para impedir que su principal enemigo (para él, AMLO no es un adversario político, sino un enemigo personal) se ponga la banda presidencial el 1 de diciembre. A él le gusta Peña Nieto, aunque el mexiquense encabece lo que en un tiempo predijo como un “narco Estado”.





miércoles, 6 de junio de 2012

RUMBO AL 2o. DEBATE


COLUMNA
CHICOTAZOS



RUMBO AL 2º. DEBATE ENTRE PRESIDENCIABLES


FREDDY SECUNDINO S.

El segundo debate por la Presidencia de México (el próximo 10 de junio en Guadalajara) se realizará precedido de una exacerbación racional provocada por la irrupción inesperada de los estudiantes de nivel licenciatura, más uno que otro zancudo escandaloso que se sumó a la algarabía político-social del electorado mexicano.
         Histórico, por diversos motivos, será este segundo y último encuentro entre las cuatro personas que aspiran a gobernar nuestro país del 1 de diciembre próximo al 30 de noviembre del 2018.
         Histórico, en primer lugar, porque las dos principales televisoras nacionales lo transmitirán por sus canales de mayor audiencia (2 y 13), debido a la presión ejercida por el movimiento estudiantil #YoSoy132.
         Histórico porque nunca como ahora las empresas encuestadoras habían sido tan cuestionadas, debido a la “curiosa” (por decir lo menos) coincidencia en sus resultados que, pese a la opinión pública en contrario, nunca han dejado de adjudicarle una súper ventaja a un candidato, en este caso al priista Enrique Peña Nieto, haciendo de él un político aparentemente invencible al que no le afecta ni la mayor verdad en su contra.
         Histórico porque ni siquiera en el 2006 tantos medios de información se habían hecho cómplices entre sí a favor de un candidato (Peña) y contra otro (AMLO). La diferencia de la pasada elección con ésta, es que entonces un sector de la Iniciativa Privada (la llamada “mafia”, como la identificó AMLO) le hizo al francotirador oficial, pagando una millonaria campaña inescrupulosa de desprestigio con aquello del “un peligro para México”. También diferente porque su estrategia (de los medios hermanados con las encuestadoras y esa IP) no se basa en una sola frase, sino en varias y en diversas acciones (¡¡hasta la volatilidad financiera se la achacan a AMLO!!, pero sólo hasta ahora que ya es una seria amenaza para el priista).
         Histórico porque nunca como ahora se habían dado tantas traiciones y vergonzosas volteretas públicas entre miembros del partido en el poder, a favor de quien suponen que será el ganador. Los casos de Manuel Espino y Vicente Fox (sobre todo éste) son paradigmáticos.
         Histórico porque, por primera vez, el formato será un poco diferente a lo aburrido y soso de los anteriores, lo cual no implica, per se, que garantice absoluta atención durante su desarrollo y, sobre todo, interés de los electores por verlo.
         Histórico, finalmente, porque el encuentro se realizará en una ciudad (Guadalajara) distinta a la capital del país (todos se han hecho en el DF) y, más aún, en un estado (Jalisco) donde gobierna el partido que ostenta la Presidencia de la República.

EL RAYO #YOSOY132

La descarga eléctrica que resultó ser el movimiento estudiantil que se gestó en la Universidad Iberoamericana durante la visita que allí hizo Peña Nieto el 11 de mayo pasado, pero que se expandió cual virus benigno por todos los planteles de educación superior del país, ha sido, sin duda y por una parte, el detonante de la frescura que sacó del marasmo a las campañas electorales.
         Aunque priistas y ahora Foximiliano Hastelburro (léase Chente El Plesosaurio Botudo) insistan en que los chavos universitarios fueron creados y manipulados “por alguien” de la izquierda, lo cierto es que en todo el país la gran mayoría de los estudiantes con credencial para votar y un buen sector de la sociedad se han vuelto los voceros de quienes, aunque en silencio aún, no desean que continúe el PAN en el gobierno, ni mucho menos que regrese el PRI.
         Las empresas encuestadoras que están con Peña y contra AMLO no cambiarán su papel por nada del mundo, ni los medios de información afines dejarán de pagarles o le retirarán el apellido como hermanos que son. Y ninguno de estos últimos le van a dar importancia a los sondeos que se hacen en las redes sociales o en las universidades públicas y privadas, en los que -¡mire usted como son las cosas!-, sin diferencia, AMLO arrasa.
         Por esto, no sólo no deja de sorprender, sino que es muy importante tomarlo en cuenta, lo dicho al respecto por la consejera electoral del IFE María Marván Laborde:
         Los estudios de opinión, dijo durante una entrevista para el periódico La Jornada (3 de junio de 2012), “son usados para decir mentiras; se están utilizando de manera mañosa”.
         E hizo una denuncia:
         “La gran mayoría de las encuestadoras no nos entrega (al IFE) la base de datos (método de muestreo, tamaño de la muestra, fraseo de la pregunta, porcentaje que no contestó, nivel de confianza, rango de error estadístico, etc.)”.
         A esto, salvo el propio medio citado, ningún otro le dio espacio al dicho de la consejera electoral, ni mucho menos le dio seguimiento al caso. ¿Cómo no ponerlo, ni siquiera, a discusión? ¿Cómo no entender sesgo particular hacia Peña, por parte de los medios de información tan cuestionados públicamente por el #YoSoy132, si nunca, ¡jamás!, dan una noticia u opinión negativa en contra del priista y sí siempre (tooooodos los días) contra el perredista? Siempre lo negarán, aunque los hechos digan lo contrario.
         Un pueblo, como el nuestro, tan desinformado y, peor aún, despreocupado por hacerlo, al menos, en elecciones presidenciales, acaba por convencerse de lo que dicen en la televisión y en la radio. Así pasó con el voto a favor del impronunciable y vergonzoso Fox (aunque muchos se arrepintieron muy pronto) y con el militarizado de Calderón (a quien le pagarán mandando a la candidata de su partido al basurero).
         ¿Quién les asegura, a quienes dicen que votarán por Peña, que el priista no será como los dos panistas que dejaron el país donde está: sumido en la violencia, la inseguridad y el desempleo creciendo como la espuma?
         ¿Cómo se dividirá el voto de los poco menos de 24 millones de jóvenes de entre 18 y 29 años de edad? Hasta ahora, y de acuerdo con los simulacros electorales realizados en universidades públicas y privadas de todo el país, el nivel de simpatía por AMLO promedia el 80 por ciento de quienes han participado en esos sondeos (reales, contantes y sonantes), inclusive en estados donde el gobernador en turno es priista y ganó por mayoría.
         ¿Cuántos de ellos (a quienes se les puede cuantificar entre los llamados “ninis”, sin estudio ni trabajo) no le creen a Peña?
         ¿Cuántos se abstendrán o anularán su voto?
         ¿Y cuántos de los indecisos (30 por ciento del electorado, hasta ahora) decidirán acudir ante las urnas y tachar la boleta con el nombre de alguno de los cuatro aspirantes a la silla presidencial?
         La respuesta a estas interrogantes (más las que se sumen aquí) no saldrán del segundo debate entre ellos (por más golpes certeros o bajos que haya allí), sino del número de votantes en las urnas, pues todo parece indicar que, más allá de las encuestas pagadas que ya todo mundo conoce y muchos ignoran, Peña va en picada y AMLO en acelerada ascendencia, y a más votantes, menores son las posibilidades del priista de ganar.
         Y todo esto que estamos viviendo los mexicanos es, en buena medida, gracias al #YoSoy132. Así, la llamada “primavera mexicana” no sólo revivió los girasoles. Ha prodigado todo un jardín.