COLUMNA
CHICOTAZOS
SALDOS DEL POSTDEBATE
FREDDY SECUNDINO S.
Tres asuntos han
destacado en las campañas por la Presidencia de la República en México, en los
últimos días: la confirmación del dicho de Andrés Manuel López Obrador de que
el 1 de julio próximo estarán en juego dos visiones de país (la suya y la de
sus tres adversarios), el trato recibido por Enrique Peña Nieto en la
Universidad Iberoamericana (de donde tuvo que salir prácticamente corriendo) y
la distracción causada por “la edecán del IFE” en el debate (demasiado efectiva
para ser fortuita).
Si nos basamos en los ratings televisivos dados a conocer
sobre la supuesta audiencia que tuvo el acto pésimamente organizado por el
Instituto Federal Electoral (en el cual gastó poco más de cuatro millones de
pesos), unos diez millones de mexicanos vimos esa noche a los cuatro candidatos,
si sumamos también a quienes estuvieron atentos al asunto en internet y en
radio.
De acuerdo con el padrón electoral
(79.6 millones), se entiende que alrededor del 12 por ciento de los electores,
aproximadamente, nos interesamos en saber qué dirían los aspirantes a la
Presidencia (esto es, si damos por hecho que los diez millones citados tenemos
credencial para votar).
Dicho de otro modo, sólo alrededor de
la cuarta parte del porcentaje de los que sí votamos en cada elección,
considerando un promedio de 45 por ciento del electorado.
Si nos atenemos a estos indicadores,
podríamos suponer que la mayoría de quienes vimos el evento ya teníamos
definido nuestro voto y a muchos los movió, sobre todo, el morbo por los
posibles dimes y diretes entre los candidatos. De ahí que las encuestas pagadas
no hayan variado en gran medida, y las independientes (en las redes sociales)
elevaran la balanza a favor de AMLO, bajaran aún más a Peña y a Josefina
Vázquez Mota, y en las que creció la lógica descalificación al títere de esa
noche, el charlatán y demagogo peñista de clóset Gabriel Quadri (AMLO se
refirió a la otra visión de país al mencionar sólo al PRI y al PAN como uno
solo porque no le dio ningún crédito particular al palero de Peña y empleado de
Elba Esther Gordillo).
LA DESPEINADA DE PEÑA
El otro punto
que seguirá dando de qué hablar es el trato que se le dio a Peña en la Ibero el
viernes 11 del presente, donde un buen número de estudiantes (de los mismos que
días antes vitorearon a AMLO como “¡Presidente, Presidente!”) prácticamente lo
corrieron, y ante lo cual el mexiquense salió de las instalaciones con mucho
miedo (las fotos y videos del momento son más que evidentes) y a zancadas, protegido
por sus guardias de seguridad.
Pero lo más relevante fue el resultado
inmediato de ese bochornoso hecho: Peña, a sabiendas de que el grueso de los
estudiantes de los centros de enseñanza superior más representativos del país
(UNAM, IPN, UAM y UPN) no sólo no lo quieren, sino que lo detestan, decidió
anunciar, vía el PRI, que no acudirá a ninguno de ellos (evitaron decir cuáles,
pero son los que no ha visitado) dizque para no distraer al alumnado de sus
exámenes de fin de curso. Nada más burdo e irrisorio. ¿Por qué no hizo lo mismo
antes de ir a la Ibero?
Aunque la prensa nacional –salvo sus
excepciones— minimizó el hecho, o de plano lo ignoró o lo interpretó en sentido
contrario (hubo medios para los que la presencia de Peña en la Ibero fue un éxito,
“pese a intentos de boicot”), la noticia le dio la vuelta al mundo, en su más
cruda realidad, gracias a la redes sociales y Youtube.
Esto (la nota en tv, radio y prensa
escrita) no sólo coincide con lo que ha venido diciendo AMLO sobre el trato que
le dan a la candidatura de Peña, sino que también vuelve a poner en entredicho
a las empresas encuestadoras que le siguen dando una supuesta inalcanzable
ventaja al priista en la preferencia del voto.
¿Cómo no dudar de su verosimilitud, si
todas, sin excepción, son pagadas por esos mismos medios que minimizaron el
escándalo o, de plano, por el propio PRI? ¿Cómo creerles que,
independientemente de que su universo de encuestados es muy raquítico en relación
con el padrón electoral, en verdad entrevistan a ciudadanos de diversas partes
del país y al azar (como debe ser una encuesta imparcial)? ¿Cómo no pensar en
que sólo se basan en las mismas zonas, y ya preestablecidas, para que el
resultado no varíe mucho entre una y otra encuesta?
Hasta la elección federal del 2006, se
daba por hecho que en la Ibero la mayoría simpatizaba con el PAN o con el PRI.
Y ahora resulta que esos electores jóvenes que AMLO incluía en un generalizado
y peyorativo “pirruris”, hoy lo reciben como su ídolo y de pronto pareciera que
estaba en la UNAM, el IPN, la UAM o la UPN.
Si bien la Ibero ya no es ciento por
ciento de alumnado de familias pudientes, son los menos (de todo su alumnado)
quienes estudian ahí gracias a una beca o al súper esfuerzo económico de sus
padres. Quien haya visitado ese plantel el año pasado (cuando AMLO y Peña no
eran ni siquiera precandidatos presidenciales), habrá constatado el arrastre
que el tabasqueño tenía desde entonces entre los “pirruris” con automóvil
último modelo, lap top, iphone, ipad y ropa de marca.
Quien lo dude, a pesar del “¡Presidente,
Presidente!” con que AMLO fue recibido y despedido, que se dé una vuelta por
allá y haga su propia encuesta.
¿Cuánto influirá esto en los indecisos?
Tal vez mucho en quienes tratan de informarse más allá de la tv, la radio o la
prensa escrita y no se dejan llevar por el discurso fácil y la demagogia
barata. Es decir, quienes están atentos a las redes sociales o que consultan a
sus amistades que se enteraron de ambos hechos (el de AMLO y el de Peña).
Los indecisos que se conforman con lo
superfluo o que de plano no tienen información y/o no saben cómo informarse
sobre los candidatos, quizá ni siquiera se enteren nunca de lo que pasó y eso,
claro, no influirá en lo más mínimo en su voto el 1 de julio próximo.
Pero más allá de estas particularidades
propias de una campaña política electoral, y aun aceptando que sólo quedan para
el anecdotario, muy importante será lo que suceda en los mítines de los
candidatos y, eventualmente, en el segundo debate, dentro de tres semanas.
Es probable que de aquí a entonces
sucedan cosas trascendentales. Por ejemplo, el “sospechosismo” político (radio
pasillo) dice que el gobierno federal, ayudado por Estados Unidos, hará
explotar una bomba en el PRI, no sólo al dar detalles del presunto vínculo con
el narcotráfico de tres ex gobernadores de Tamaulipas (Manuel Cavazos, Tomás
Yarrington y Eugenio Hernández), sino una eventual mención similar contra Peña
(en el Estado de México se asentaron todos los cárteles del narco durante su
gobierno y varios de los “capos” grandes tenían residencia y fueron detenidos
allí).
Si así fuera, sería interesante ver
cómo tratan el asunto los mismos medios que no le dieron importancia a lo de la
Ibero. Es decir, a ver cómo defienden a “su” candidato.
LA “CONEIFITA”
La tercera
polémica es sobre “la edecán del IFE”, Julia Orayen, quien según las lenguas de
doble filo, no llegó al WTC a mostrar “ingenuamente” su prominente busto y su
sexoso cuerpo, sino que fue producto de una táctica bien orquestada del PRI,
para distraer la atención, previendo el golpeteo contra Peña.
Inclusive, circuló una foto en la que
aparece en un acto del ex gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, y nadie en el
partido dijo nada al respecto. El IFE se desmarcó y le echó la responsabilidad
absoluta de la contratación de la playmate
al productor del debate, Jesús Tapia, a quien, tras las críticas, le dieron las
gracias, lo cual echa por tierra cualquier posibilidad de un distractor similar
para el próximo debate.
De resultar cierta esta especulación (la
edecán como distractor), hay que reconocer que obtuvieron lo que querían, pues
ante el aburrido desarrollo del evento, hombres y mujeres armaron el chismorreo
sobre los pechos de la chica, más que en lo que dijeron o callaron los
candidatos.
¿Acaso todo fue producto de la
frivolidad del electorado nacional? Quizá hay mucho de esto. No en balde hay
quienes ven como “el candidato” al advenedizo e hipócrita charlatán que no es
más que títere de una de las mujeres políticas más denigradas del país, se hace
notar cínicamente como un peñista de clóset, pero se presentó no como un
político –el absurdo del absurdo--, sino como un “ciudadano”.
Digan lo que digan las encuestas
pagadas (en las independientes, el charlatán y demagogo jipi trasnochado es una
mera referencia), los acontecimientos que involucren a AMLO y a Peña serán los
que marquen no sólo la diferencia en el número de votos para cada uno, sino el
porcentaje general de votación el 1 de julio.
Ojalá que, por el bien del país, sea mayor
a las anteriores y que este aparente interés generalizado que está despertando la
elección se traduzca en votos emitidos con información real y fidedigna sobre
el ganador, y no por odio o hartazgo a lo que representan los otros o se cree
de ellos, incluído el de las ocurrencias (Quadri).
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