lunes, 20 de septiembre de 2010

TICTACTICTACTICTAC...

FREDDY SECUNDINO S.

La luna llena,
abandonada en lo alto
y vigilada por una estrella a punto de caer,
simula contrariar con su esplendor
la inútil gesta
de arremeter contra su propio abismo;
desde este rincón la veo comulgar
con las hojas de los eucaliptos
y, cual cómplices,
con ellas mido el ancho de esta soledad canosa...
(Podría decírtelo desde algún bar
y acaso la poesía fuere aún el único recurso
de heroísmo
para salvar de la miseria este modo
de vivirte con palabras,
pero has de comprender cuán pobre
y huérfana
ha quedado la última orilla de mis noches,
que ni todos los desvelos cotidianos
vendrían a auxiliarme en ese desafío.)
...Y heme aquí,
seducido por el tic tac de un reloj,
la impaciencia y el olvido.
Si mis ímpetus poéticos perturban,
no protestes,
me avaló la terquedad del que no tiene nada.


Poema de Freddy Secundino S., publicado el 12 de octubre de 1997, en la Revista Mexicana de Cultura, del periódico El Nacional.

NOTICIAS DE TV

FREDDY SECUNDINO S.

Un niño nada en el agua turbia
que inundó a su pueblo.
Chapotea
y salta
y ríe
y parece feliz,
como otros niños que lo rodean.
(¡Ay, la incólume inocencia!)
Dos hombres reman
hacia un improvisado jacal.
Otros andan como en busca de algo.
Y más allá,
una niña carga con apuros a un bebé.
Ella no juega.
Llueve aún sobre el pueblo.
Los árboles están nerviosos.
De pronto,
la niña aprendiz de madre corre
como huyendo de algo:
va en pos de una muñeca
que flota en un remanso...
¡Bah!... no es nada,
son sólo unos segundos
en el noticiario.


Poema de Freddy Secundino S., publicado el 14 de septiembre de 1997 en la Revista Mexicana de Cultura, del periódico El Nacional.

domingo, 15 de agosto de 2010

DON SEVERIANO (No matarás)

Freddy Secundino S.

Lo que hizo conmigo era cosa de no olvidarse ni de perdonarse. Además de vengarse.
¿Cómo no hacerlo si nunca me han humillado tanto? ¡Fueron años! Interminables las noches que soñé su temblorosa mano izquierda, tijera en mano, cortando mi orejita y destrozando mi tierno cuello.
¿Olvidar?
Cómo, me repetía una y otra vez, ¿cómo perdonarlo? No. No. Y no. ¡Sus propias tijeras deberían matarlo!...
Era para llenarse de muina. Lo único que merecía era la muerte. ¡Al diablo con las consecuencias! El que se diga hombre no dejará de serlo ni en el infierno. En última instancia, si no era así, ¿qué más daba?
Mientras tanto, la única vía hacia la tranquilidad espiritual era la venganza. Y en este caso, eso significaba muerte.
Castigo máximo.
Homicidio.
Acabar con una estupidez.
Fin.
Nada más.
¿Pero cómo realizar el crimen perfecto?
Porque tendría que ser así.
Sólo así.
Para disfrutarlo.
Para gozar los decires de la gente del pueblo durante el velorio y los días posteriores.
Para burlarse hasta de su recuerdo, y sin que nadie se diera cuenta. ("Voy a eliminarle hasta el alma", pensé antes de hacerlo.)
Para que la pregunta obvia se confirmara cada día de mi necrofiesta: ¿Quién lo habrá hecho? Y los acostumbrados y estúpidos lamentos: tan bueno que era, a nadie nunca le hizo nada, ¡a su edad!, pobre señor...
Sí, cómo no. ¡Pues todo eso tendrían que tragarse!
Porque de que me vengaría, ¡por supuesto que sí! Más aún: me divertiría dándole, como se dice vulgarmente, agua de su propio chocolate. ¡¡¡Jajajajaja!!!
Querrán saber por qué tanto odio. Y es muy simple. Los hombres verdaderos harían lo mismo que yo. El que no odia no sabe vivir. Cuando Don Severiano -nombre de la víctima- sembró en mí la semilla de la defensa -porque lo mío fue defensa propia-, yo tenía cinco años de edad. Mi padre me lo impuso dictatorialmente como mi peluquero de base. Cada mes tenía que ir a sufrir lentamente la parsimonia para torturarme, además de las groserías del viejo, tan viejo -al menos así me lo parecía, aunque sólo tenía 50 años- como la mohosa tijera con la que me jalaba los cabellos de la nuca y las sienes de tal modo, que las veces que me lo cortó -¡fueron cientos!-, han sido las únicas veces que he llorado por algo.
--¡Ay, me jalaaa!
--Aguántese. ¿Qué, no es hombrecito?
Pues sí, sí era un hombrecito. Ya dije que todo esto sucedió cuando yo era niño. Pero él me lo decía ofendiéndome. Y si yo le decía que le iba a decir a mi papá, él no decía nada y sí en cambio me respondía con una vulgar y escandalosa carcajada que dejaba ver su horrible dentadura, tan llena de caries donde había dientes, porque le faltaban varios. Y con pestilente intención, pasaba una y otra vez la desgraciada tijera entre mis cabellos, haciendo que yo sólo me dedicara a aguantar los jalones del cuero cabelludo y llorar, llorar y llorar porque tenía miedo de acusarlo con alguien igual o más intolerante que él, por sólo imponérmelo.
Me refiero a mi padre, por supuesto.
He de suponer que por eso se me secaron los ojos.
Sin embargo, no se piense que soy un insensible. Al contrario. Es sólo que ya no me salían lágrimas. ¡Jamás! Nunca más desde entonces. Y estaba convencido de que sólo vengándome habría de lograrlo nuevamente. ¡Yo quería llorar otra vez! Aunque siquiera fuere al picar una cebolla.
¡Ay!, cómo recuerdo el desesperante temblor de su mano izquierda, ¡con la tijera consigo!, aproximándose a mi también temblorosa cabeza, inmovilizada por su mano derecha. Doce veces al año, durante decenas de meses... ¡Para mí fue una eternidad!... Y sin embargo, no era entonces cuando brotaban las lágrimas. No. Éstas salían a chorros e incontrolables después de cada corte. Y no era entonces porque, para mi sorpresa, siempre, invariablemente, su temblorina paraba al momento en que daba el primer corte.
Y no, por supuesto, no es un asunto para olvidar.
Por eso el recuerdo, el cicatrizante recuerdo.
¡La maldita pesadilla!
La reclusa pena.
La leprosa sed de sangre.
¿Pero cómo vengarme?
¿A balazos?
No, mucho ruido y pocas nueces. O sea, no lo disfrutaría tanto porque sería una venganza muy ruidosa y rápida.
¿Ahorcándolo?
Tampoco. Era demasiado silencio para tan grande ofensa. ¡Y sin sangre! No. Denegado. ¿La vieja tijera?
Podría ser...
En fin.
De una cosa sí estaba seguro: tenía que ser doloroso.
Cruel.
De otro modo me habría vuelto loco y esto no lo hubiere contado. ¡Ah, qué alivio contarlo! Siento -al menos ya es ganancia- que se me escurren las lágrimas de tanta emoción. Snif, snif, snif...
Y es que Don Severiano era, como diríase en la plaza, más que un hombre pobre, un pobre hombre. A pesar de su edad. Bueno, cuando se es niño uno cree que los mayores, los viejos, no deberían ser tontos, y él me lo parecía así. Es más: aun antes de que me cortara el cabello por primera vez, ya era tal. Tenía dos hijos, ya casados, que le habían dado cinco nietos, tan impertinentes, molestos y despreciables como el viejo. Nunca me simpatizaron. Aunque, a decir verdad, nadie de esa familia me caía bien. Todos eran unos corrientes. Yo me preguntaba cómo es que podían nacer personas así.
Sin embargo, con el tiempo aprendí a utilizar mi inteligencia: llegué a idealizarlos como personajes incidentales, como fantasmas que ya no me espantaban, y por el contrario, ellos eran quienes temían acercárseme. Digamos que con ellos supe lo que es la intolerancia de tolerar a los intolerantes. Si bien íbamos juntos a la escuela y dos de ellos -un varón y una escuincla mugrosa- compartían aula conmigo -sí, dije bien porque yo era el amo y señor en el grupo-, nunca hice amistad con ellos, convencido de que gente así no era digna de ella. He de suponer que, a pesar de considerarlos unos tontos, lo entendieron de antemano, pues nunca intentaron que fuera su amiguito.
Hicieron bien, por supuesto. Tal vez eran tontos, pero no tanto. Para mí eran simplemente ceros a la izquierda. Sólo imagínense: yo, un estudiante de dieces, con un papá que era jefe en el pueblito, líder del grupo en la escuela, exitoso con las niñas, el preferido de los maestros y... ¡¡sobre todo!!, de las maestras. Con virtudes tales, uno no puede ser menos que soberbio. Y ni el viejo ni su prole estaban en condiciones para ser como yo o algo parecido. Por lo tanto, empezaría mi furia en contra de él.
A los diez años -cinco de tortura- organicé un complot junto con mis amiguitos de confianza: un día que el viejo estaba solo, ocupado en jalarle los cabellos con su vieja tijera a mi padre -de quien, por supuesto, también era su peluquero-, le abrimos la puerta del chiquero a los marranos que engordaba atrás de su casa.
Tardó una semana en encontrar y volver a encerrar a todos los puercos. ¡Y eran diez! Yo nunca entendí porqué siempre fueron tantos, si se suponía que los engordaba para vendérselos al carnicero de un pueblo vecino. Total, que le hicimos la maldad y nos moríamos de risa al ver salir desde lejos a los marranos, en estampida hacia su libertad, pero en silencio, como sabedores de que les hacíamos un gran favor, convertidos ya en nuestros cómplices, a cambio de nada, más que nuestra felicidad por una travesura inteligente.
Fue mi primer regocijo (¡y sin tijeras!) y mantuve mi paz espiritual durante varios días, hasta que volví, cumpliendo con mi habitual imposición paterna.
--¡Ay, me duele!
Y él: "Aguántese".
--¡Con cuidado!
Y él: "¿Acaso eres vieja?"
--¡Me jalaaa!
Y él: "Le voy a jalar las orejotas, si sigue quejándose, cobarde. Al fin que ya me dio permiso su padre".
Y así sucesivamente.
Aunque esto último era mentira, por supuesto. Sabía que no lo acusaría con mi progenitor, por eso abusaba.
¿Cuánto tiempo me lo hizo? ¡Años! ¿Por qué? Pues porque era el único peluquero del pueblo. El más cercano de allí estaba a cinco kilómetros de distancia.
Durante un tiempo sufrí una pesadilla a eso del amanecer: su temblorosa mano con la tijera lista para cortar mis orejitas.
Mi madre y yo la bautizamos como "la pesadilla de las tijeras".
Al poco tiempo de semejante suplicio, un día le dije a mi papá que estaba dispuesto a caminar hacia allá, hasta el otro pueblo, "para respirar otros vientos"...
Y sobra escribir su respuesta.
Por circunstancias de la vida que no tiene caso recordar ahora, nos mudamos del pueblo cuando yo contaba con doce años cumplidos.
"Ya estoy grande y algún día regresaré a vengarme de todas las jaladas que me hizo este viejo", pensé el día que partimos de allí, adonde volví hasta el día de mi desquite.
Ese singular día, dichoso día, inolvidable día, ¡glorioso día!, no existía la indulgencia para mí.
La solidez de mi decisión, la justa defensa que haría de mi honorabilidad, me mantenía, a lo mucho, ansioso, pero en el fondo gozaba de una envidiable serenidad, que mantuve hasta el momento de consumar mi venganza. ¡Ah!, dulce venganza.
Brincaba de gusto por dentro al hacer uso de mi crueldad.
Yo sentía que mi vida no tenía sentido si no me vengaba.
Aquella maldita tijera aún la conservaba, a pesar de tantos años.
Era como su razón de ser.
Y era, ¡qué bueno!, mi instrumento idóneo para golpear en la razón de ese decrépito y odioso viejo ser, viejo -75 años-, sí, muy viejo, como para que me intranquilizara la loca idea de que opondría resistencia.
--Ni lo va a sentir --dije para mis adentros.
Igual que el día en que comploté con mis amiguitos, Don Severiano estaba solo, ocupado en jalarle los cabellos a otro viejito, poco más joven que él, con la misma tijera con que lo hizo conmigo.
Le dio mucho gusto -así lo dijo- que después de tantos años volviera con él a cortarme el cabello.
--No, Don Severiano, no vengo a eso --lo corté enseguida. "Brincos diera", pensé.
Se veía saludable y así se sentía él mismo.
Estuvimos platicando amablemente algunos minutos, recordando entre risa y risa tiempos idos...
Tal era mi estrategia.
Él no paraba de reir, contándole a su cliente cuánto y cómo me quejaba mientras él trabajaba con su temblorosa mano.
Su contemporáneo tampoco dejaba de reir, mostrando igualmente sus desérticas encías.
Le dijo que era la misma tijera con que le cortaba su escaso cabello y el cómplice se llevaba las manos al estómago por tanta gracia.
"Perfecto", me congratulé, cada vez más seguro de mi caza porque poco a poco la presa iba cayendo en la trampa.
En lugar de poner la tijera en su sitio, me la dio.
"Has cavado tu propia tumba", le dije en silencio mirándolo a los cansados y casi inservibles ojos.
Le daría un ejemplo, el último en su vida, una lección de severidad..., burlándome hasta de su nombre, su dignidad...
El cliente tenía en sus arrugadas manos un gastado espejito -el mismo en el que yo me vi de niño- y se auscultaba la nívea cabeza una y otra vez, arqueológicamente lento, aprobando o no el corte que Don Severiano le había hecho...
Yo estaba atrás de ambos viejitos.
Los segundos se me hicieron una eternidad, con el arma mortal en mi poder, esperando un descuido de mi víctima...
Hasta que por fin sucedió.
Me levanté poco a poco de la silla, él de espaldas, agachado, el decrépito cliente pegado al ídem espejito, y yo con la igualmente vieja tijera bien empuñada dentro de la bolsa izquierda de mi chamarra, dispuesto a lo que iba.
--Don Seve --le susurré al oído tocándole el hombro con la mano derecha, mientras la izquierda la sacaba lenta y decididamente de la chamarra.
Y...
--Me dio mucho gusto saludarlo --le dije despidiéndome y dándole un apretón de manos.
Nos dimos un fuerte abrazo y nos deseamos salud y buena vida...
Y murió un mes después.
Ahora lo recuerdo con melancólica picardía: aún conservo la vieja tijera que ese día le robé sin mayor sigilo, y así, con esa travesura creí destruida el alma, la razón de ser de aquel viejo peluquero de mi pueblo que tanta rabia me despertó cuando era yo un niño y quería matarlo por tanto que me jalaba el cabello cada vez que me lo malcortaba.
A veces me pregunto si habrá sido la tristeza de haber perdido su vieja tijera lo que lo mató...
Cual crimen perfecto, nunca lo sabremos.


*Cuento del libro Precocidades, de Freddy Secundino S., publicado en 2006 por Editorial Resistencia.

domingo, 8 de agosto de 2010

CARTA A FELIPE CALDERÓN

Una lectora nuestra nos envió copia de una carta pública dirigida a Felipe Calderón Hinojosa, a propósito de la "guerra" contra el narcotráfico que él anunció el 1 de diciembre de 2006, luego de tomar posesión del Ejecutivo federal, misma que él ha sostenido a capa y espada, a pesar de las múltiples críticas sobre su pésima implementación, la clara evidencia de que está perdida, de desangrar al país, de la creciente violación de los derechos humanos por parte de los soldados en su desesperación por cumplir con la orden presidencial, y de los civiles inocentes muertos quienes para él, simplemente, "son los menos". Una "guerra" prácticamente personal que ha dejado ya, según cifras de su gobierno, cerca de 30 mil víctimas mortales... y contando.

La ciudadana mexicana Lourdes González García, como millones de mexicanos que están en desacuerdo con la forma en que el gobierno federal está peleando con los narcotraficantes y con ello incrementando la inseguridad en el país y el consumo de drogas ilícitas, decidió protestar a su manera y escribió la misiva, copia de la cual envió a varios periódicos de circulación nacional, pero hasta ahora sólo La Jornada le dio espacio en sus páginas. A continuación, el texto íntegro:

SR. FELIPE CALDERÓN
PRESENTE

Quizá usted ni siquiera tendría por qué responder a esta carta porque yo no voté por usted.

Sin embargo, no puedo dejar de expresale la frustración, desaliento, impotencia e incertidumbre que su gobierno ha dejado en mí, una ciudadana más de este lacerado país que en algún momento usted tomó en sus manos y ofreció sacar adelante. "Para que vivamos mejor", dijo en su campaña.

¿Para que vivamos mejor? ¿Cómo, señor Calderón? Si desde que usted llegó al gobierno millones de mexicanos han perdido su empleo.

¿Para que vivamos mejor? ¿Cómo, señor Calderón? Si desde que usted llegó al gobierno hemos ido perdiendo día con día la exigua seguridad que nos permitía salir a las calles con cierta confianza.

¿Para que vivamos mejor? ¿Cómo, señor Calderón? Si desde que usted llegó al gobierno se ha perdido el mínimo respeto a la vida.

Pero no esa vida que usted y sus pares de la derecha llaman "desde la concepción", la vida de niños en Sonora y Tamaulipas, la vida de jóvenes en Juárez y Monterrey, la vida de cientos de civiles abatidos por las balas del "fuego cruzado" o "daño colateral" por su guerra contra el narcotráfico, cuyo número crece, crece y crece.

¿Sabe? A veces he estado a punto de creer que lo mejor es atender la recomendación de su correligionario Vicente Fox: ¡¡¡no leer periódicos para ser feliz!!!, no enterarme que usted se fue a apoyar a la Selección a Sudáfrica, mientras aquí su secretario de Gobernación ofende nuestra inteligencia cuando insiste en que la muerte de dos niños en Tamaulipas fue resultado de un fuego cruzado.

No leer el periódico y no enterarme que la empresa que gobierna este país, Televisa, ganó la preciada licitación para operar más de 20 kilómetros de fibra óptica durante 20 años, a un precio irrisorio (aunque Molinar Horcasitas diga lo contrario).

No leer el periódico y no enterarme que la gasolina volvió a subir como cada mes. No leer el periódico y no enterarme que el Renaut, donde están mis datos, mi número telefónico y el de toda mi familia, ¡¡¡está a la venta en Tepito!!!

Quisiera no leer el periódico y no enterarme que el dinero que llega a manos de quienes gobiernan este país y que es resultado de los impuestos que paga la gente que sí trabaja, se va por el caño de los procesos electorales.

Tal vez ni siquiera debería mencionarlo, pero sepa usted que yo sí estoy haciendo mi parte. Todos los días me levanto optimista, llevo a mis hijos a la escuela, me comprometo con mi trabajo, pago mis impuestos, respeto las reglas de convivencia social, voy a votar, etc. etc. etc.

Pero... ¿con qué cara, señor Calderón, le digo a mis hijos que estudien, que sean buenas personas, que sean respetuosos, si ni siquiera les puedo garantizar que mañana habrá un país al cual servir, disfrutar y respetar? Tengo miedo, señor Calderón.

Tengo miedo porque no veo una salida a toda esta vorágine de acontecimientos que su "guerra" ha destapado. Tengo miedo porque no le creo cuando usted dice que esta "guerra" será breve. Llevamos ya cuatro años.

¿Cuánto tiempo más, señor Calderón?

¿Qué sigue, señor Calderón?

¿Quién sigue, señor Calderón?

Atte.
Lic. Lourdes González García

lunes, 19 de julio de 2010

DESDOBLAMIENTO

FREDDY SECUNDINO S.


Hoy quería compartir contigo
y al no encontrarte,
pese a la insistencia,
sentí precipitarme
a la desolación,
el drama
y el olvido.

Sin embargo,
antes de aceptarme en la impotencia
invoqué al intelecto,
y al fin de múltiples intentos
comencé a exhalar así mi condolencia.

La voz de la desdicha
me ha pedido que llore,
si al llamado de mis letras
tampoco responde
(ni siquiera)
tu atención fingida.

Lo sensato,
pienso yo,
es no caer en el lugar común
de desgranar frases
cuyo fondo ha de ser elemental,
como su forma.

¿Qué debo hacer
para evitar el discurso callejero?

¿Cómo impedir
el socorrido verso adolescente,
si me agrede la imaginación
y me desboca
un pérfido vocabulario lisonjero?

Me invito al bienestar
de no pensarme en desventura,
y la única vereda libre
que diviso
es este remendo amorfo
de reflexión
y conformismo.

Debo ser un necio,
por convencerme a solas
que cederá el mal ánimo,
si logro con esto una mínima ofensa
a cierto complejo de melancolía.

¡Ay
el dolor de padecer la ausencia!
¡Ah
la retórica del pensamiento!

El mundo lucha por no perder audiencia,
mientras yo me desvivo
en amargos sentimientos...

Mas aunque así te lo parezca,
créeme,
no armé estos versos para justificar mi queja
y mi quebranto;
tampoco te pido por ellos comprensión,
ni aplauso.

Los has leído ya,
¡y eso basta!
para entender que he logrado tu atención,
sin recurrir al llanto.


*Poema de FREDDY SECUNDINO S. publicado el 7 de septiembre de 1997 en la Revista Mexicana de Cultura (periódico EL NACIONAL)

MONOTOMANÍA

FREDDY SECUNDINO S.


Siempre es exactamente lo mismo.
Un día es igual al otro.
Siempre he de ver a las mismas personas
en el mismo lugar y haciendo lo mismo.
Las mismas cosas se suceden siempre.
Pero siempre,
siempre,
ante esa misma rutina
de las siempre mismas circunstancias,
estás tú,
para confirmar siempre
la excepción de la misma regla.


*Poema de FREDDY SECUNDINO S. publicado el 12 de junio de 1997 en EL FINANCIERO.

jueves, 15 de julio de 2010

¡QUÉ BUEN CHISTE!

Felipe Calderón en su infierno


El siguiente es otro chiste que anda circulando por la red como vehículo calcomanía doble cero que ya dejó de pagar tenencia. O sea, más libre que los narcotraficantes en México.

Ahí tienen ustedes que por decreto de la huesuda que para muchos terrestres ya es santa, coinciden en el mar de llamas del tal Satanás (o sea, en el infierno) Barack Obama, Isabel II (la "jefa" del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y de sus otros reinos y territorios) y ¡¡¡Felipe Calderón Hinojosa!!!
Como primer espía de espías, el presidente que bailó con Thalía le susurró a la octogenaria inglesa que Belcebú disponía también de un teléfono rojo y le pediría al cornúpedo del mal que le permitiera hablar a Estados Unidos para saber cómo estaba el planeta azul luego de su negra partida.
El rojo patas rajadas le concedió la llamada y quien dejó en la Tierra viuda a doña Michelle habló a la Casa Blanca durante dos minutos. Al colgar, Lucifer le informó que el costo era de tres millones de dólares. Sin inmutarse, Obama sacó su chequera y le firmó un cheque al patrón del reino escarlata.
La ensombrerada "Jefa de la Mancomunidad, defensora de la Fe", como escuchando para sí misma la rola "God save the Queen", hizo lo propio: le pidió a "Sir Leviatán" que le diera permiso de hablar a su ex reino. Y habló a la Casa de Windsor (con el ya rey Carlos, por supuesto) durante cinco minutos. Su anfitrión le cobró diez millones de libras, mismos que doña Elizabeth Alexandra Mary pagó cash.
Ambicioso como es él, cual decreto como la extinción de Luz y Fuerza del Centro y el Sindicato Mexicano de Electricistas, muy convencido de sí --como Javier Aguirre cuando dijo que sus ratoncitos verdes bien podían ser campeones en Sudáfrica 2010 y ya es tiempo de que pasemos del país del "sí se puede" al México del "sí se pudo"--, dirigióse hacia el escritorio donde despachaba don "Sir Diablo" ("éste parece del SME, ¡es un peligro para el infierno!", se dijo a sí mismo).
Claro que quería saber cuán felices estábamos lo mexicanos disfrutando del México que sacó de jodido y lo hizo el país más seguro de la Tierra, y, sobre todo, cuán tristes padecíamos su lamentadísima e irreparable partida. "Voy a hacer otros cambios en el gabinete", pensó.
Con una actitud similar a la que tenía cuando tomó posesión en la Cámara de Diputados (llegó a la casa de Belcebú vestido de militar, con gorra hasta los ojos), le dijo, cual orden, que debía hablar a México para "dar instrucciones" de que se le informara a los aztecas que vivieran felices por toda la vida. El interpelado le señaló el teléfono.
Como si fuera uno más de sus interesantísimos mensajes "a la nación" por tv, el chaparrito pelón de lentes (Fox dixit) estuvo en contacto con su gente en la tierra del Chapo Guzmán y Cía. durante ¡¡tres horas!!
--¿Cuánto me vas a cobrar por la llamadita? -le preguntó al Maligno. Y éste, sin mirarlo, le dijo que era sólo un peso con 48 centavos.
Felipe de Jesús puso cara de what, enarcó la ceja izquierda cual Pedro Armendáriz cuarta región y, sintiéndose menospreciado porque Lucifer pensaría que iba de un país paupérrimo, gritó:
-- ¡¡¡Quééééé!!! Haiga sido como haiga sido, ¿por qué a ellos les cobraste tanto y a mí tan barato? Te pagaré con dólareees.
El ser coludo, aún más rojo de lo normal, se levantó de la braza en que estaba sentado y mirólo (hacia abajo, claro) con coraje y respondióle dueño de sí:
--¡¡Mira, &%$()=¿?&%* expresidentillo panista: con el desempleo, el precio de la gasolina, el miserable salario, las reformas que impusiste, tus "nuevas" políticas, tu gabinetito sub 17, la ley del ISSSTE, la reforma a Pemex, etcétera, el costo de la vida en México se ha convertido en un verdadero infierno!!... Así que de infierno a infierno, la llamada es local.

*Redacción: Freddy Secundino S.

CHISTE PARA CARCAJADAS

El país del empleo

Circulan por correo electrónico una serie de correos cuyo tema es el empleo en México. He aquí uno de ellos.
Hallábanse cuatro médicos compitiendo sobre los avances de la medicina en sus respectivos países. Se trataba de un israelí, un alemán, un ruso y ¡¡un mexicano!!
Ansioso como sus paisanos primeros ministros judíos por matar palestinos, el israelí se adelantó y, alisándose la larga, puntiaguda y nívea barba con su mano derecha, dijo ufano:
--La medicina en Israel está tan avanzada, que nosotros le quitamos los testículos a una persona, se los ponemos a otra y en seis semanas ya está buscando trabajo.
El galeno alemán, menospreciando lo dicho por su antecesor y con una pose que imitaba a Hitler en sus clásicas posturas ante las SS cuando le rendían un informe de judíos masacrados, se expresó así:
--Eso no es nada. En Alemania le sacamos parte del cerebro a una persona, la ponemos en otra y en cuatro semanas ya está buscando trabajo.
El matasanos ruso, inquieto ya porque consideraba que lo suyo sí impactaría a los oyentes, trató de minimizar la actitud del paisano de Rudolf Hess y, emulando el hablar de su ídolo Stalin, presumió con soberbia:
--Eso tampoco es nada. En Rusia la medicina está tan avanzada que le sacamos la mitad del corazón a una persona, se la ponemos a otra y en dos semanas ambas ya están buscando trabajo.
Y el estetoscopio mexicano, quien se entretenía comiéndose los "padrastros" que nunca desaparecían de sus uñas, quitóse el monóculo que usaba sólo por mamila, alisóse el bigotillo tipo Cantinflas y esbozando una irónica sonrisa, dijo sin siquiera ver a sus colegas:
--Nada qué ver. Todos ustedes están ¡¡muuuuy atrasados!! Fíjense que nosotros en México agarramos a un pendejo sin cerebro, sin corazón y sin huevos, lo pusimos de Presidente y ahora todo el país está buscando trabajo.

*Transcripción de Freddy Secundino S.

martes, 13 de julio de 2010

DICCIONARIO INTOLERANTE

FREDDY SECUNDINO S.


AaAaAaAa

Abaco. m. Cuadro con nombres movibles, usado por los gobernantes para darle chamba a sus incondicionales... Así se llama también un archipiélago cercano a Florida.

Abandonado, da. adj. Condición añeja de millones de ciudadanos en el mundo. Ya hasta la hicieron canción. La entonan mañana, tarde y noche, como en trance, pero los gobiernos hacen como que no los escuchan.

Adandono. m. Negligencia, gandallez. Política de gobierno.


BbBbBbBb

Baba. f. Saliva viscosa que sale cuando alguien se queda con la boca abierta porque algo le sorprende. O sea, alelado. De ahí que se diga en tono de burla: "Eeeehh, la baba".

Babero. m. Pieza que debiera tener mayor sentido de existencia porque hay demasiados babosos sueltos en el mundo. Normalmente, a los bebés se lo cuelgan del cuello las mamás que no quieren lavar mucho.


CcCcCcCc

Cabal. adj. Para infortunio de la academia de la lengua, es el apellido de un famoso empresario mexicano de finales del siglo XX, entre cuyas múltiples propiedades figuraban bancos, bananeras, fábricas de chiles en conserva y lavadoras de dinero... Como los políticos sudan en serio, el susodicho, Carlos Cabal Peniche, tuvo a bien remunerarles el esfuerzo a varios, entre ellos el expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León y Roberto Madrazo Pintado (así se apellida), exgobernador del estado sureño de Tabasco --cuyo promocional dice que es un edén, pero su nombre se deriva del náhuatl y significa "tierra anegada"--, cuando ambos andaban en campaña política. A la postre, el tabasqueño sería líder de su partido, el PRI, a cuya militancia prometió regresar al gobierno, perdido en las urnas en el año 2000, pero como candidato presidencial hizo el ridículo en las elecciones del 2006, quedando en tercer lugar en las preferencias del electorado.

Cabalgada. f. Lo que hace tranquilamente a diario en las montañas del sureste mexicano el subcomandante Marcos, acompañado de su ejército zapatista, al lado de Tacho, David, Moisés, et al... p.d. También Durito.


ChChChCh

Chabacanería. f. En México, actitud ordinaria que ejercen algunos al realizar un trabajo... El turismo extranjero hasta admira el exquisito mal gusto de varios objetos de oferta en el mercado.

Chacal. m. En México, el periodista que le gana la nota a sus compañeros de otros medios... Es ya común en las órdenes de trabajo diaria de los reporteros el verbo chacalear: se les dice "chacaléate a fulano", y entre ellos mismos se dicen, por ejemplo, "tengo la nota en el chacaleo", o "me chacaleaste", etc... En zoología, dícese de un mamífero carnívoro de África y Asia, especialista en robarle la presa a depredadores menores que con esfuerzo han realizado su caza.

Chacotear. tr. En México, lo que acostumbran hacer los empleados menores en la mayoría de las oficinas de gobierno... Y les pagan.


DdDdDdDd

Dádiva. f. Lo que ni siquiera recibe la gente pobre por parte de los gobiernos..., aunque haya miles de dadivosos en el mundo. Y cuando lo dan, lo hacen a través de programas sociales.

Danzón. m. Baile del siglo XX en México y Cuba, que ya casi no se baila.

Dar cuerda. fig. Halago propio de los incondicionales y los indiferentes... En México, hay quienes se han doctorado en ello.

Dar guerra. fig. y fam. A pesar de que el XX fue conocido como el siglo de las guerras, fue en el XXI cuando tan sólo un hombre, Osama Bin Laden, le dio más guerra a las potencias --con Estados Unidos a la cabeza-- que Adolfo Hitler, los japoneses y Saddam Hussein juntos... Aunque en México hay un político que en 2006 llegó a la silla presidencial (Felipe Calderón Hinojosa se nombra) a quien le gustó sobradamente esa palabra y tal acción para bautizar así su personal berrinche contra el narcotráfico, poder fáctico que se burló de él e hizo del país lo que quiso, como comprar, como nunca antes, desde policías de crucero hasta generales del Ejército, pasando por políticos y funcionarios de todos los niveles y partido político de toda calaña.


EeEeEeEe

Economía. f. Lo que está en declive vertical en el mundo, obligando a mucha gente a vivir en la miseria... El susto ha obligado a los gobernantes a decir siempre: "vamos bien, vamos bien", cuando el pueblo padece lo contrario.

Económico, ca. adj. Palabra en extinción en muchos países del mundo. En México aún se usa en los tianguis de mercancía ilegal.

Economista. adj. y s. El que no le atina hacia dónde va cayendo el mundo. La falla es más por terror, que por simple error.

Economizar. tr. Acción cada día más en desuso en el mundo. Hay países en los que ésta y su sinónimo ahorrar son desconocidos por las nuevas generaciones, que sólo las leen en el diccionario.


FfFfFfFf

Fabricar. tr. Verbo conjugado rápidamente por algunas autoridades policiacas de algunos países cuando no tienen idea del origen de un delito, e inventan culpables... Una fabricación de "pruebas" periciales ya clásica en México es la creada por el abogado Pablo Chapa Bezanilla, fiscal especial para el crimen del político José Francisco Ruiz Massieu. Con tal de culpar a Raúl Salinas de Gortari, hermano del expresidente Carlos Salinas de Gortari, el funcionario inventó una historia que ni la propia Agatha Christie la creería: "sembró", por medio de una presunta vidente de quien él era cliente VIP, una osamenta en una finca de Raúl, y aseguró al país que era el cadáver de Manuel Muñoz Rocha, exdiputado federal cómplice de Raúl... Los huesos resultaron ser de un familiar de la vidente.

Fábula. f. Mentira cotidiana de los gobernantes cuando la economía de sus países anda mal... Pocos de ellos saben quién fue o han leído a grandes fabulistas como Esopo, Fedro, Samaniego y otros, pero sus invenciones parecieran superar toda moraleja, característica de estos relatos.

Facultad. f. Licencia extralegal que tienen los gobernantes para imponer sus ideas. No hay uno que no viole alguna vez la ley suprema de su país, apoyado en lo confuso de ésta o en sus lagunas.

martes, 6 de julio de 2010

ALFONSINA

Freddy Secundino S.


Cómo me duele que hayas muerto, Alfonsina;
yo no sabía que estabas enferma,
nunca me lo dijiste:
querías morirte, ¿verdad, Alfonsina?
Querías irte sin avisarme, ¿verdad?

Es como para morirse pensándolo,
pero es tonto, porque tú ya te fuiste,
ya no estás conmigo: estás muerta.

Te fuiste anoche, cuando yo dormía,
y eso es injusto;
estoy seguro de que debiste pensar que yo te detendría
si te veía partir,
y créeme que sí lo hubiera hecho, Alfonsina,
porque tú sabes, o supiste,
que mi hija se llama como tú:
entonces, ¿cómo no dolerme que te mueras?

Ya me hiciste pensar en esto, Alfonsina:
no te hubieras muerto,
no me hubieras recordado que mi hija está enferma.

Pero no te voy a sacar de esta casa, Alfonsina:
¡te voy a meter en un frasco con alcohol!
para que mi hija te conozca cuando crezca,
porque ella no me va a dejar.

¿Te imaginas cuánto jugarías con ella
si no hubieras decidido irte?
¿Tú crees, Alfonsina, que es fácil olvidar
tus gritos y arañazos
cuando no te daba de comer?
¿Crees que es fácil olvidar tus parpadeos
para cambiar la forma de tus pupilas?
Nada de eso es fácil, Alfonsina. Nada.

¡Qué estúpida debió haberte parecido la vida!,
¿verdad, Alfonsina?

Supongo, pues, que te fuiste decepcionada.
Y qué triste.

Por eso, cómo me duele que te hayas muerto,
¡condenada gata!


*Publicado en la revista ETCÉTERA, en 1994.

PENALTY

Freddy Secundino S.


¡¡Crack... Crack... Crack!!...
Es el minuto noventa del partido.
Él coloca el balón sobre la pequeña mancha blanca que lo separa del portero, con tan descarada calma, como desesperadamente los del equipo contrario aún le reclaman al árbitro el haber marcado el penalty -por cierto, muy claro- y, literalmente así, ¡¡crack!!, les destroce a todos ambas piernas con esa desconcertante acción.
Es la final del Mundial.
¿Quién creía en ellos?
"Si acaso, pasarán a la segunda ronda... ¿Pasarán?".
¡¡Crack... Crack... Crack!!...
"Harán milagros"...
¿Los penalties?
¡Bah!
¡¡Crack... Crack... Crack!!...
Nadie había sido vitoreado así. Sólo Él... Siempre Él...
Decenas al unísono... Miles.
Anotar El Gol del Mundial...
¡¡Crack... Crack... Crack!!...
¡Qué va, millones de gargantas!
Él da unos pasos hacia atrás con la mirada clavada en ese mismo balón que hace unos minutos introdujo en la misma portería para empatar el partido 1-1, mientras el árbitro obliga a los frustrados e impotentes jugadores del otro equipo a colocarse fuera del área...
¡¡Crack... Crack... Crack!!...
El eco inunda el estadio y lo desborda lejos, muy lejos de allí.
¿Cómo no anotar el penalty?
Porque es EL PENALTY.
¡¡Crack... Crack... Crack!!...
Si Pelé coronó rey a Brasil...
¡¡Crack... Crack... Crack!!...
Si Zizou le metió dos goles a Brasil en Francia `98 y se convirtió en el futbolista mejor pagado...
¡¡Crack... Crack... Crack!!...
Apenas se escucha el silbatazo que ordena el disparo.
¡¡Crack... Crack... Crack!!...
Disparo definitorio y definitivo.
¡¡Crack... Crack... Crack!!...
Si a Maradona lo ayudó la mano de Dios en México `86...
El estadio enmudece igual que si se quitara abruptamente un disco rayado...
El reloj marca 91:40.
¿Acaso todo el mundo ha enmudecido?
Él se encarrera con la mirada fija en el balón.
¿Le pegará con odio?
Ganar la Copa tan lejos de casa.
¡La Copa!
¿Con suavidad?
Ser el héroe.
¿Al centro de la portería?
Ser libre.
¿Al ángulo?
¡Pum!

***********

No.
Él no es el que le pega al balón.
Él sólo tiene doce años de edad...Pero tiempo ha que se autonombró así: El Crack.
Él está aquí, en la sala de su casa, estúpidamente postrado en una vieja silla de ruedas, con ambas piernas amputadas, viendo en el televisor un partido de futbol.

*Cuento del libro Precocidades, de FREDDY SECUNDINO S.