jueves, 22 de marzo de 2012

EL SHOW DEL PAPA EN MÉXICO

COLUMNA

CHICOTAZOS

EL show del Papa en México

FREDDY SECUNDINO S.

Luego de que Felipe Calderón y su (des)gobierno no pudieron festejar con fanfarrias su presión sobre tres ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el caso Florence Cassez, ahora están celebrando con bombo y platillos la visita a México del llamado “rottwiler” de la Iglesia católica; o sea, el ex chaval nazi alemán Joseph Ratzinger; o sea, el más famoso encubridor de curas pederastas; o sea, el púrpura acusado de corrupción en El Vaticano desde hace muchos años.

Nadie en el grupo de Calderón podrá negar con certeza que negociaron la visita de Ratzinger en estas fechas para sacarle al asunto la mayor tajada político-electoral. Al PAN y a la Iglesia católica se le queman las habas por imponer la teocracia en el país, al menos de manera simulada, para empezar.

Tampoco podrán negar que cuando Calderón era Presidente electo, en la misma casa que ahora tiene Josefina Vázquez Mota como trinchera de campaña en la colonia Del Valle (DF), el hoy habitante de Los Pinos tuvo una larga reunión con algunos integrantes de la jerarquía de sotana.

La encerrona no fue sólo para festejar que su candidato llegaría al poder, sino –sobre todo- para pedirle que cumpliera con su católico compromiso de modificar como ellos siempre han querido los artículos 3, 24 y 130 de la Constitución. Calderón se comprometió a que los legisladores panistas harían todo lo posible para lograrlo.

Y, sí, apenas llegaron al Congreso, los susodichos hicieron más que rezar y pedirle a Dios para conseguir el ensotanado capricho. Como con el monaguillo Vicente Fox no lo consiguieron, los de púrpura pensaban que con el guerroso FCH sí.

En su cómplice intento, Calderón puso a chambear a Francisco Ramírez Acuña desde la Secretaría de Gobernación y a Federico Doring desde el Senado. También jugó un papel importante el ultraconservador e inquisidor Colegio de Abogados Católicos.

Quien esté medianamente informado(a) recordará la polémica que hace cinco años desató la intención Gobierno-PAN-Iglesia de constitucionalizar el fin del Estado laico e imponer un Estado confesional, empezando por cambiar el Artículo 3º de la Carta Magna para que en las escuelas públicas se impartiera el catolicismo. Por fortuna, la presión pública y republicana logró que la sensatez se impusiera sobre las ambiciones políticas de legisladores del PRI y del PRD.

Rijosos como sólo ellos, los de sotana llamaron ignorantes, excluyentes -y otros epítetos similares- a los priistas y perredistas y a quienes pensaran como éstos. Se atrevieron a “aclarar” que su intención no era acabar con el Estado laico, sino de tener el legítimo derecho a la igualdad social porque, según ellos, carecen de “privilegios” que otros ciudadanos sí tenemos.

En el colmo del cinismo, y también como es su costumbre, pretendieron burlarse de la inteligencia nacional asegurando que la iniciativa de reforma constitucional que tanto defendían no era de ellos, sino “de la sociedad civil”, misma que está –dijeron- consciente de que sus derechos (de los curas) están sojuzgados y los hace sentirse ciudadanos “de segunda”. ¡Ja!

Nunca como en los dos gobiernos federales panistas, los de sotana han hecho de las suyas violando una y otra vez la ley con descaro y quedan impunes. No necesitan hablar desde el púlpito para inmiscuirse en política, como les está prohibido por la ley. En entrevistas “de banqueta” y a través de sus propios medios de información –impresos y audiovisuales-, en tiempos electorales, como el actual, llaman a los feligreses a no votar por quienes, según ellos, “atentan contra la vida”, los que “amenazan la fe cristiana” u “ofenden la moral”.

¿Quién les cree su hipócrita verborrea de que se preocupan por los que menos tienen? ¿Cuándo se han pronunciado a conciencia, por ejemplo, contra la lacerante pobreza en el país? ¿Cuándo, sobre el apretado grupo de multimillonarios mexicanos? ¿Cuándo, sobre las causas que crean la guerrilla? ¿Cuándo, sobre la falta de empleo? ¿Cuándo, sobre los niños que mueren de hambre? ¿Cuándo, sobre las violaciones de derechos humanos en casos específicos? ¿Cuándo…?

Se necesita no tener vergüenza para alegar exclusión social, cuando la jerarquía católica es la primera que elimina toda crítica en contrario. ¿Por qué el Papa Benedicto XVI acepta que El Vaticano divulgue la fascista tesis de que sólo la católica es la Iglesia válida?

Ahora está a discusión en el Senado una iniciativa de reforma al Artículo 24 constitucional –cuya minuta ya fue aprobada en comisiones- para quitar lo de “éticas” a la libertad de convicciones plasmado en ese precepto de la Carta Magna.

Pareciera una minucia. Pero no. Es uno más de los claros ejemplos de la añeja guerra del Vaticano por hacer que la Iglesia católica sea la única válida en el mundo. FCH es de la misma ocurrencia. Para él y para El Vaticano, la religión es un asunto de “buenos y malos”. Tal cual como su bélica tesis de su guerra antinarco en México.

Calderón sostiene –y lo defiende cual cristero que es (a él mismo “se le salió” confesarlo) que nuestro sistema educativo no es laico, sino ateo y antirreligioso, por la simplista opinión de que los padres están impedidos por la Constitución de elegir el tipo de educación que desean para sus hijos (ver el artículo de Rodolfo Echeverría Ruiz, “Calderón y el 24 constitucional”, en el periódico El Universal del viernes 16 de marzo de 2012). Eso es la supuesta “libertad religiosa” que ahora él, el PAN y la Iglesia católica pretenden imponer en el Artículo 24 constitucional.

Al parecer, senadores priistas y perredistas echarán abajo tan oscuras intenciones. Al menos, no se votaría en el pleno antes de las elecciones. Y si lo hicieran (la aprobación) antes del 1 de julio, en aras de sacar raja política, no sólo será una manera absurda –por decirlo con levedad- de mendigar el voto, sino –sobre todo- de burlarse de la inteligencia nacional, aprovechándose de la ingenuidad e indiferencia de la mayoría de los mexicanos que profesan la fe católica, a quienes no les interesan –por desinformados- los asuntos políticos del país.

Esto, legal e históricamente, sería tumbar a México en un hoyo retrógrado que nos convertiría en el hazmerreír del mundo.

Por fortuna –y hay que aplaudirlo-, PRI y PRD en el Senado le impidieron a Calderón recibir al llamado “rottwiler” del Vaticano con esa reforma, uno de los temas que tratarán en su reunión privada, pero que niegan y seguirán negando, aunque ya al embajador mexicano en El Vaticano, Federico Ling Altamirano, se le salió decirlo.

Así pues, el Papa no viene a México sólo a tratar de “pagar una deuda” (Juan Sandoval Íñiguez dixit) con el catolicismo latinoamericano, dándole respiración de boca a boca para reanimarlo y “rescatar” de las garras de Belcebú a quienes pretenden cambiar de religión (tan sólo en México, los católicos han caído al 83 por ciento de la población).

Ratzinger hablará de fe, de espiritualidad, de pérdida de valores, del avasallador ninguneo a la religiosidad (la católica, por supuesto), de esperanza, de Dios todopoderoso, del modelo de sociedad “que debe imperar”, de ética y moral… En fin, de todo aquello de lo que el gobierno federal mexicano y los panistas se agarrarán para justificar una supuesta visita pastoral con nada de política, pero en cuyos discursos domina ya la palabra violencia, suficiente para asociarla con la sangrienta guerra antinarco calderonista.

Ratzinger no viene a México a tratar de incrementar la fe cristiana y la bondad en los mexicanos. Viene, sobre todo, a dar línea católica a un Presidente fervorosamente católico y, como él, socialmente belicoso, desesperado por sumar adláteres de su guerra antinarco y votos para su partido el 1 de julio próximo.




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