jueves, 16 de febrero de 2012

PRÓLOGO "PRECOCIDADES"

MIGUEL ÁNGEL QUEMAIN

Precocidades es algo más que un libro de cuentos. Se trata de una antología que reúne poco más de veinte años de trabajo creativo, de intuiciones y búsquedas.

Desde Tal vez lo mismo (...o el tratado de la ira) el primer cuento que conocí de Freddy Secundino supe que su transcurso por el periodismo era el mejor pretexto para que la escritura no se atreviera a detenerse. Con todo y que a lo largo de los últimos veinte años la vocación de escritor no cejó, apenas tenemos un libro que testimonia el empeño de su autor. A estas alturas Secundino tendría tres o cuatro libros de cuentos, por lo menos dos de poemas y tal vez una larga novela. La escritura ha proliferado en el silencio y la espera.

Ha reunido diecinueve cuentos que intentan organizarse temáticamente según muestran los cuatro grandes apartados, de mandamientos, de pecados y virtudes, de precocidades y algo más y de eros. No me referiré a todos pues con todo y que no se trata de un libro extenso los cuentos, que lo integran ofrecen un conjunto de lecturas posibles que son tarea del lector y que en definitiva no es el cometido de esta introducción.

Lo que si me gustaría advertir aquí es que este conjunto de cuentos tiene varias edades, tanto literarias como sentimentales, tanto cronológicas como de esa madurez que tiene que ver más con la experiencia, con la elaboración de las vivencias, que con el transcurso lineal del tiempo.

La literatura no posee una línea de evolución sino una genealogía que altera las dimensiones del tiempo. El parentesco de cada uno de los cuentos de Secundino es con literaturas y experiencias diversas. No hay una línea definida que de la primera página a la última dé cuenta de estos relatos. Las visiones obedecen a diferentes momentos y lecturas que de lo literario ha hecho el autor a lo largo de los últimos veinte años.

Tal vez el lector no noté que en muchos de estos cuentos Secundino se anticipó a algunos autores que inauguraron públicamente algún hallazgo, porque no son cuentos fechados. Pero a fin de cuentas eso no le importa demasiado a un lector que solo se empeña en su disfrute y en hacer de la literatura un forma de vida. Sin embargo, es importante anotarlo porque no estamos de ninguna manera frente a un autor tardío sino ante uno totalmente precoz y que empezó a consolidar su visión literaria apenas salió de la adolescencia. Me consta.

Las lenguas fundadoras

Muchas veces llegué a pensar que las visitas de Freddy Secundino a su natal Guerrero consistían en tránsitos expropiatorios de las hablas y los sentires locales. Cada vez que iba y venía, llegaba cargado de viejas palabras que renovaban sus relatos. Uno reconoce el habla materna, el habla de la costa que Freddy se empeñó en hacer tan gráfica como sonora, es un habla que en otros términos podemos entender como la lengua materna.

Materna en múltiples sentidos, porque con todo y que Freddy se mueve a sus anchas en ambientes fundamentalmente masculinos, desdice la leyenda de moda (desde hace por lo menos quince años) que es en la escritura de las mujeres donde tiene lugar la traducción de la experiencia femenina.

A lo largo de los cuentos reunidos aquí, esa lengua y esa sensibilidad femeninas le permiten interrogar e iluminar a un tiempo los ámbitos del sexo, del amor y de esos terrenos intermedios y al mismo tiempo tan primitivos como los celos, la envidia y la voracidad. No son pocas las mujeres que encontrarán en Precocidades un espejo de su naturaleza artificial, de su artificio natural y esas formas de rivalidad que las caracterizan.

Pero este no es el único ámbito en el que se despliega la lengua de Freddy Secundino. No es gratuito que este libro esté dedicado a su padre que no verá este libro publicado pero que supo escribir en él algunas de las líneas más poderosas que lo recorren: la visión sin cortapisas de la política (la parodia Rebelión en canicalandia (¡Te lo dije, Señor Presidente!) me parece el mejor ejemplo) como un ejercicio de héroes y verdugos, como el crisol donde amanecen los valores del sujeto y de la cultura; la religión como ese opio y como ese instrumento de salvación cuando el individuo sabe apropiársela y despojarla de los fanatismos.

“Querrán saber por qué tanto odio. Y es muy simple. Los hombres verdaderos harían lo mismo que yo. El que no odia no sabe vivir. Cuando Don Severiano -nombre de la víctima- sembró en mí la semilla de la defensa -porque lo mío fue defensa propia-, yo tenía cinco años de edad”

Don Severiano (No mataras)

Es en la lengua paterna donde Secundino explora las relaciones entre los hombres, entre los amigos y formas del amor que en muchos momentos se libran de la triangularidad para instalarse en la entrega absoluta. No es el terreno exclusivo de la palabra, pero sí el más consistente como carta de creencia, como brújula y sentido de la existencia.

El arraigo a la tierra llega por partida doble, ambas figuras permiten localizar los valores primordiales en una geografía y en su mundo interior:

Debieron ser unos segundos, no lo sé, el ensordecedor estruendo me hizo alzar la cabeza y mirar al frente, de donde provenía. Lo que vi no era algo de naturaleza conocida... Cualquiera de corazón endeble no habría sobrevivido tan sólo al verla: una enorme, inimaginable, goliática ola de agua café avanzaba hacia mí, trayendo consigo cadáveres humanos y de animales, restos de árboles y de mucho más de lo que es susceptible a la destrucción.

Aaagghh (No dirás falso testimonio ni mentiras)

La con(textura) de la crónica

En los cuentos de Freddy Secundino hay un eje fundamental que consiste en darle a la crónica de los hechos y a la descripción de los objetos un enorme peso, tanto, que es en ese espacio donde tiene lugar la credibilidad, la verosimilitud de los relatos. Es también en ese terreno donde se realiza otra de las virtudes de Precocidades: la oralidad profunda que permite escuchar a los personajes y dotarlos de una dimensión “casi” teatral.

Me parece importante distinguir que los recursos narrativos de Freddy Secundino no provienen del periodismo, con todo y que ejerce el oficio, sobre todo en materiales de largo aliento (entrevistas, reportajes y crónicas), con excelencia. Pienso que su habilidad para contextualizar y crear atmósferas viene de su pasión como lector y de su afinidad con tradiciones literarias que le conceden gran peso a la “transcripción”, “traducción”, de los detalles.

¿A qué tradición me refiero aquí? A una tradición que va, en México, del Rulfo de El Llano en llamas, al Yáñez del Al fino del Agua, al Azuela de Los de Abajo, al Martín Luis Guzmán de Memorias de Pancho Villa y al Revueltas de El luto humano.

Sin embargo el peso de la metáfora, la analogía y las comparaciones es notable. Son recursos administrados con prudencia porque finalmente la belleza de la escritura radica en el detallado e intencionalmente moroso desarrollo de los acontecimientos (“ese día andaba con el diablo en la boca, igual que una madre con el Jesús al ver partir a su hijo a la guerra” en De buena suerte … o el tratado de la pereza.)

Si bien los personajes que se encuentran a expensas de la voz narrativa dominante poseen fuerza, hondura y claridad, lo que parece explicarlos es el quiebre que un rasgo de carácter, un principio moral e incluso un estereotipo tienen frente a una situación, por lo general límite, que le permite al personaje la confrontación siempre penosa entre su mundo interno (“Yo sentía que mi vida no tenía sentido si no me vengaba”, en Don Severiano) y la realidad exterior.

No es una estrategia fácil, sobre todo si hoy somos testigos de una literatura dividida entre estos dos ámbitos: uno, que se juega todas las certezas del sujeto en relación a la realidad externa, siempre influyente, dominante y decisiva en la vida de los hombres; y otro, en el que el único espacio fundamental y determinante es el mundo interno como escenario de todas las elaboraciones y los vínculos, fundamentalmente simbólicos.

Musicalidad y diálogo

Una de las constantes del libro (también hay que decir que la diversidad es su principal signo) es la habilidad para diluir al narrador en un ejercicio de musicalidad sutil. Si una tradición se reconoce en este despliegue de diálogos es la de Garibay, Ibarguengoitia, José Agustín, Armando Ramírez y Vicente Leñero. No abundan en nuestras letras los diálogos a pesar de que contamos con una dramaturgia poderosa, muy literaria (en el sentido de desapego a la puesta en escena) y ampliamente vinculada a la tradición poética.

Cito a estupendos dialoguistas, muy diferentes entre sí, sólo para dar cuenta de la multiplicidad de miradores a los que se afilia Secundino. Como escribí líneas atrás Precocidades no se caracteriza por la homogeneidad ni por explorar recursos únicos. No he dicho que el libro, es a tal grado diverso que si no tuviera en la portada el nombre de un solo autor no vacilaría en pensar que se trata de varios.

Aunque el lector podrá disfrutar de estos cuentos, una vez que se libre de estas páginas introductorias, no puedo dejar de citar dos modalidades del diálogo que me parecen tan ricas como distintas.

-¿Te gusta, chiquito? -acarició Prudencia a Dens, y éste comenzó a ladrar.

-¡Que lo tienes impactado! -interpretó ella, carcajeándose, con la botella de tequila en una mano y los caballitos en la otra. Yésica también reía y dejaba que Dens la lamiera por doquier.

-¿Pido su mano para tí?

-¡¡Guau, guau, guau, guau!!

-¡Dice que quiere toooodo contigo!

¡¡¡Jajajajajajajajajajajaja!!!

-¿Y cómo los distingues, si son iguales?

-Dens tiene la verga más grande...

¡¡¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!

-No, ya en serio, ¿cómo los distingues?

-Dens tiene la oreja derecha más parada... y siempre anda con la verga ídem.

¡¡¡Jajajajajajajaja!!!

Salud, salud, salud, salud y más salud...

Y esta otra en Edipo y yo, en de eros:

Uno de los preceptos de la Biblia que me enseñaron desde niña es el que dice textualmente: "Hijo mío, escucha los consejos de tu padre y no olvides los preceptos de tu madre".

¿Entonces, con qué moral? ¡Qué dilema!

-¿Gratis?

-Sólo las horas extra.

-Bueno..., tal vez algún día pueda ser gratis, ¿no?... Soy Sandra y...

-Y yo soy todo tuyo.

Y sí...

Los avatares de la percepción

Los narradores de estos cuentos son seres exaltados, extáticos y comprometidos a tal punto con el sentido de sus narraciones, que se presentan a sí mismos en la cuerda siempre floja de la razón:

“Ese día, aprendí tanto de la muerte en tan poco tiempo, como no había aprendido de la vida en tantos años. En unas horas experimenté al máximo la sorpresa, el asombro, la admiración, la duda, el pánico, la angustia, el drama, el dolor... y la pérdida de la razón. La tragedia vivida que me llevó a la inconsciencia tiene dos características particulares: mató a los miles que la sufrieron, y el único que puede burlarse de ella ahora es el autor de estas líneas.

Aaagghh (No dirás falso testimonio ni mentiras)

La voz del narrador integra, por lo general, la textura de las percepciones-interpretaciones y una extraña forma de objetividad que permite saber de qué están hechos los objetos que intenta captar esa forma de conciencia acosada y lucida de sus narradores. Con todo y que Secundino apuesta a una consistencia onírica de sus relatos, lo real aparece objetivado a través de una minucia forense de los objetos. Nuevamente cito Aaagghh para mostrar este recurso que, también hay que decirlo, enfrenta y descompone el tiempo en los añicos que se le clavan en la mirada.

Debieron ser unos segundos, no lo sé, el ensordecedor estruendo me hizo alzar la cabeza y mirar al frente, de donde provenía. Lo que vi no era algo de naturaleza conocida... Cualquiera de corazón endeble no habría sobrevivido tan sólo al verla: una enorme, inimaginable, goliática ola de agua café avanzaba hacia mí, trayendo consigo cadáveres humanos y de animales, restos de árboles y de mucho más de lo que es susceptible a la destrucción.

El horizonte de los temas

No quiero renunciar a explorar algunos de los temas, evidentes y ocultos, que recorren los cuentos. Voracidad es el nombre que por momentos adopta esa emoción que quiere confundirse con el amor. Ese deseo insaciable que Melanie Klein definió como una intención inconsciente de vaciar y devorar el pecho materno que está retratado con obsesiva finura en La caníbal ( o el tratado de la caridad):

mis amigas me envidiaban cuando les hablaba de ti, "préstamelo", y yo no, cómo creen, están locas, apenas y me llena a mí, y no, no me llenabas, no me cansaba de ti, de tus manos, tus tetillas, tan tímidas y tan ligeras, y tu trasero, ¡ay!, tu trasero, Jesús, Jesusito, muá, pero sobre todo tu verga, Jesús, tu verga que no sólo expulsaba semen a chorros, biscosidad caliente, rica, untable en el pecho y en las nalgas y en el ombligo, tú en tu estado semental eras encamable, enteramente acariciable, mamable, babeable, mordisqueable, ¿cómo olvidarlo, Jesús?, ¿cómo, Cristo mío?, a ver, dime…

Un discurso indirecto que posee una obscenidad delicada que muestra las posibilidades del autor para instalar a un objeto masculino en el territorio ávido de la escritura ¿femenina? para inscribir el deseo que avanza sobre la piel, que no penetra, que moja y traga en un festín oral del cuerpo-recuerdo del otro, del amado, del añorado.

¿dónde quieres que deje tanta energía, tanto deseo reprimido?, ¿en la verga de quién?, no Jesús, si no ha de ser en la tuya, no será en ninguna, sólo la tuya, la tuya que siempre andaba tiesa, la tuya, sí, la que tanto chupé, mordisqueé, endurecí y la hice venirse una y otra vez, la tuya que entraba en mi boca y me la quería comer, en mis manos y me la quería comer, en mis pechos y me la quería comer, en mi entrepierna ¡y me la quería comer!..., yo sobre ella, tú atrás de mí, explorando mis nalgas, mi espalda, mis senos, mi cuello, mi pubis, mi clítoris, entras, sales, entras, sales, me volteas, mis pies sobre tus hombros, tus manos sobre mis pechos, empujas a gran velocidad, te detienes, metes sólo la puntita, te mueves para un lado, para el otro…

La caníbal

Posesión criminal que recuerda la avidez visual del Rafael Bernal de El Complot Mongol, con sus variantes de lo policial, astucias sobre la justicia y el enigma que se esconde siempre detrás de la nota roja. La caníbal es uno de los cuentos más sugerentes y ambiguos del libro, cargado de percepciones, lances absolutamente subjetivos y objetivaciones de cuadro policial y periodístico.

También desfilan las pasiones nacionales, la religión, la política y por supuesto el fútbol. Los desastres naturales y sociales que se trenzan y ofrecen una explicación, sin pretenderlo de nuestra “alma nacional”.

Freddy Secundino ha tenido la fortuna de cumplir la fantasía de muchos escritores: reunir en un solo libro sus mejores hallazgos. Por lo general escuchamos a un buen número de narradores desdecirse permanentemente de lo que consideran sus “pecados de juventud”. Con el tiempo terminan elaborando su antología personal. Freddy Secundino nos entrega hoy lo mejor de sí mismo sin “pecados de juventud” y suscribiendo todo lo que está escrito en las páginas que siguen como testimonio y memoria de su lengua paterna.

*Texto del periodista MIGUEL ÁNGEL QUEMAIN, para el prólogo del libro de cuentos "PRECOCIDADES", de FREDDY SECUNDINO S. (Editorial Resistencia, 2006).


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