COLUMNA
CHICOTAZOS
¿QUÉ LE ESPERA AL MOVIMIENTO?
FREDDY SECUNDINO S.
A unos días de
las elecciones presidenciales más polémicas de los últimos tiempos en México, al
movimiento estudiantil #YoSoy132 ya se le pueden reconocer algunos logros y
eventuales fracasos anticipados.
De entrada, la primera palomita es por la
sacudida que su irrupción le dio a las campañas electorales. Y enseguida, la
transmisión del segundo debate entre candidatos no sólo por los dos principales
canales de televisión (2 y 13), sino por más emisoras de radio que las que participaron
en el primero, algunas con interés realmente democrático y otras por hambre de rating o, lo que es lo mismo, por
colgarse de la coyuntura.
Es una lástima y, sobre todo, una
vergüenza, que algunos “analistas” políticos en prensa escrita, radio y
televisión no sólo aún minimicen el poder de organización y convocatoria
de los chavos del movimiento, sino que menosprecien la capacidad de asombro y
reacción de millones de mexicanos que de un modo u otro se han sumado al coro
de exigencias de los estudiantes.
Reprobable es también el cínico desprecio con que respondieron televisoras y radiodifusoras (incluídos los canales 11 y
del Congreso) al debate entre tres candidatos que organizó el movimiento y que se
realizó en las instalaciones de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal
el miércoles 20 de junio.
Todos estos enemigos (han dicho y hecho
lo suficiente como para no considerarlos adversarios) de los estudiantes
organizados, han tratado de muchas maneras de destruir o denostar al
multitudinario grupo. Su “arma” más usada y dizque “destructora” ha sido la
insolente insistencia de que lo manipula Andrés Manuel López Obrador y los
partidos que lo postulan.
Pero la fortaleza y enjundia de los
chavos ha resistido con gallardía y, con eso de que lo que no aniquila
fortalece, la mayoría de la sociedad mexicana les concede mayor credibilidad y
apoyo.
Sus enemigos no pueden creer que tantos
y tan hiperactivos e ingeniosos chavales logren organizarse en un abrir y
cerrar de ojos y lleguen a acuerdos en una especie de comunismo cibernético y
remasterizado. Más aún, que cada día llamen más la atención y consigan adeptos por
montones a sus causas como ya los quisiera cualquier partido político.
Por supuesto, es al menos sorprendente
que tanta efervescencia juvenil sin líderes aparentes venza las trampas
naturales de la heterogeneidad y se compacte al poner sobre la mesa de las
discusiones las propuestas, logren acuerdos y voten por consenso las decisiones
que finalmente hemos ido conociendo tras cada asamblea que organizan.
Tal vez (uno podría aventurarse a
afirmarlo) dentro de un tiempo quienes ahora aparecen como “voceros” terminen
siendo elegidos como líderes regionales o nacionales del #YoSoy132. Y quizás
algunos de ellos (esto también podría vislumbrarse como un hecho en ciertos
casos) acaben cooptados por los partidos políticos, inclusive el PRI
(terminarán como burócratas o legisladores). Pero ese es el riesgo y la
naturaleza de todo movimiento político naciente en cualquier país.
Por ahora, nadie en su sano juicio y
sensatez política puede negarles o reprocharles la capacidad de civilidad que
han demostrado en todas las manifestaciones masivas callejeras. Todos sus
enemigos mediáticos apostaban (muchos aún lo hacen) al desbordamiento de las
pasiones y adelantaron (adelantan) conatos de violencia en las movilizaciones.
Y cierran el pico cada vez que se comprueba con videos y fotos que la violencia
ha venido de grupos porriles controlados por el PRI, evidencias que circulan en
las redes sociales.
La “democratización de los medios de
información”, juicio político a Felipe Calderón (por las decenas de miles de
muertos en su guerra antinarco), a Enrique Peña Nieto (por la sangrienta represión
en Atenco, Estado de México, en 2006) y a Elba Esther Gordillo (por corrupción
y por dañar la educación en el país), son las principales demandas del
#YoSoy132, sin demeritar otras que para muchos mexicanos podrían ser igual o
más importantes que éstas.
2 ESCENARIOS 2
Si bien los
jóvenes han insistido en que su lucha continuará mucho más allá del 1 de julio
(día de las elecciones), es claro que la realización de ésos sus sueños
dependerá de quién gane la Presidencia de la República.
Si AMLO fuera el próximo jefe del
Ejecutivo federal, habría mayores probabilidades de que se cumplieran esas
demandas, pero debemos entender que ninguna de ellas podría realizarse sólo por
decreto o capricho del Presidente. Por lógica, en todas tendría que intervenir
el Congreso de la Unión, y para eso el inquilino de Los Pinos tendría que
emplearse a fondo en el diálogo, la negociación política, los acuerdos y el
consenso.
Y si hemos de aceptar que la principal
bandera de AMLO es una democratización del país más real y visible, debemos esperar
que haría todo lo posible no por quedar bien con el #YoSoy132 y endiosarlo como
la panacea mexicana, sino por encarrilar a México por el camino de un verdadero
desarrollo en todos los ámbitos de la vida nacional.
Pero si el ganador fuera Peña Nieto, al
menos este servidor que firma esta opinión aquí podría apostar que ninguno de
los sueños del movimiento se realizaría. ¿Por qué? Pues porque el priista ha
dado muestras muy claras no sólo de que no está de acuerdo con lo que exigen,
sino que ya ha aplicado groseramente la política salinista del “ni los veo ni
los oigo”.
El más claro ejemplo de esto es su
negativa a asistir al debate organizado por los estudiantes y tratar de
justificarse con la cantaleta de que no son imparciales y no están con su
proyecto de gobierno. Y si a esto le agregamos a los grupos porriles
golpeadores anti-#YoSoy132 y a los medios de información adversos, no es
difícil concluir cuál sería la actitud del mexiquense al sentarse en la silla
del águila.
Pero un eventual escenario de tales
características no sólo es posible por el solo Peña Nieto y sus convicciones
personales y de grupo, sino porque esos medios que ahora lo defienden y
empujan, querrán cobrarse toda la mala imagen que les ha embarrado el
movimiento en tan pocos días. Es decir, le echarían montón a Peña Nieto en
cuanto éste intentara, aun del modo más “sutil”, cumplir la tan complicada “democratización
de los medios”.
Es lógico que el apoyo que ahora le
están brindando al priista, así les esté pagando millones y millones de pesos,
se lo cobrarán durante su sexenio (de entrada, habría planas y planas de
publicidad oficial en periódicos y revistas, y horas y horas de tiempo-aire en
radio y televisión). Y así sea el Presidente de la República, no podrá contra
todos ellos.
¿Y qué haría el Congreso ante un
escenario tan quebradizo como éste? Pues ooootra vez acabarían aliándose PRI y
PAN para impedir cualquier reforma legal que conlleve el cumplimiento de alguna
de las demandas que ahora enarbola el #YoSoy132. Y si acaso cedieran en algo
por la presión social que pudiera darse, sería (como, por ejemplo, la reforma
electoral) a pedazos, por no decir migajas.
Peña Nieto podría tener quizá cierta
intención democrática para sacar adelante al país, más que a su gobierno, pero
ni su partido, ni los grupos fácticos de poder, ni su propia conciencia le
permitirían hacer lo que ahora promete en el discurso. Por más lógico que
parezca cualquier acto de gobierno, en aras de la razón, del derecho y del
bienestar nacional, en el fondo podrá más el autoritarismo que ya ha demostrado
Peña en algunos de sus discursos (uno de ellos, el detonante del #YoSoy132 en
la Universidad Iberoamericana, al justificar la represión en Atenco).
En lo personal y como representante de
un grupo de poder, intentará que el PRI mantenga la Presidencia, al menos, un
sexenio más. Ésa sería su principal apuesta al asumir el Ejecutivo. Y con
singular alegría y empeño lo apoyarían los medios de información ahora
cuestionados con razón por el #YoSoy132.
Sin embargo, los estudiantes (muchos de
ellos dejarán de serlo mientras esté sentado en la silla del águila quien gane
el 1 de julio) no están solos. Pero dependerá de ellos, y de nadie más (si es
que siguen en la loable política de ser apartidistas), no sólo conservar el
apoyo multitudinario que hasta ahora han logrado en la sociedad, sino hacerlo
crecer para presionar al Presidente que asuma el 1 de diciembre próximo, al Congreso
de la Unión y a los poderes fácticos, sobre todo a los medios de información
hoy afines al candidato priista.
Este arduo camino, no exento de sorpresas
muy complicadas, será más sinuoso (insisto) si Peña fuese el ganador el domingo
1 de julio. A eso tendrá que atenerse el #YoSoy132, si el escenario político
nacional fuera ése.
¿Se quedarán en sueños guajiros sus
exigencias o los chavos y la mayoría de los mexicanos harán todo lo posible por
doblegar toda pretensión nefasta de impedir lo que parece ser una utopía?
Si AMLO tiene razón en que él ganará,
es probable que dentro de seis años México sea otro país, más democrático y
equitativo. Pero si las encuestadoras que por default dan por ganador a Peña,
confirman su ahora “verdad”, el #YoSoy132 quedará para la historia como el sorpresivo
y fresco brote florido que provocó una lluvia en la primavera del 2012.
Ojalá que, por el bien del país, y gane
quien gane, esta cruel hipótesis y aparentemente desalentadora predicción
periodística ocupe ese oscuro sitio, y que ese plural sueño juvenil mexicano
quede sólo como una amarga pesadilla personal.
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